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Alimentación saludable: ¿cuál es la verdad?

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El problema con los estudios sobre la alimentación saludable es que no hay uniformidad entre lo que prohiben y permiten.
17 de agosto de 2016
Red star
Por qué es importante
Uno de los principales factores en contra de las investigaciones sobre la alimentación sana es la validez de los datos con que se trabaja porque las personas se equivocan en reportar sus hábitos.

Hoy en día casi todos los estudios médicos hacen referencia a la importancia de realizar actividad física y tener una dieta balanceada para tener una vida sana, pero lo que se permite y prohíbe según cada estudio puede variar ampliamente entre uno y otro.

Esto se debe a que no existe un método de medición estándar para evaluar y analizar cabalmente los estilos de vida de las personas alrededor del mundo. La amplia variedad de resultados no solo causa confusión en las personas, sino que demuestra que se no se puede creer todo lo que se dice o publica, de acuerdo a un artículo de The New York Times, titulado “We’re so confused: the problems with food and excercise studies”, sobre el cual se inspira esta nota.

La inconsistencia en los resultados de muchos estudios sobre alimentación y estilos de vida, así como sus recomendaciones, impiden poder asegurar qué es beneficioso para prevenir o curar enfermedades a ciencia cierta. El doctor Barnett Kramer, director de la división de prevención de enfermedades del National Cancer Institute (Estados Unidos), señala que nadie sabe cómo medir (el impacto de) dietas o ejercicios, por lo que ahora trabajan en la forma de resolver las inconsistencias de los estudios empleados para establecer recomendaciones claras para la salud de las personas.

Uno de los principales factores en contra de las investigaciones es la validez  de los datos con que se trabaja. Para Kramer, a pesar de que se le pida a los colaboradores (objetos de estudio) que reporten sus hábitos alimenticios diariamente e informen sobre la frecuencia con que se ejercitan, tarde o temprano las personas tenderán a alterar la información que brindan ya sea porque olvidaron lo que comieron o el tiempo que ocuparon ejercitándose o porque quieren aparentar ser más saludables.

Estas mismas condiciones se aplican a los estudios dirigidos a determinar el impacto de la obesidad y cómo prevenirla, afirma David Allison, director del centro de investigación sobre nutrición y obesidad de University of Alabama (Birmingham, Reino Unido). Todo lo encontrado hasta hoy solo permite señalar dos cosas con total seguridad: si solo se altera la cantidad de calorías que se ingieren o de ejercicio que se realiza (solo uno de los dos factores a la vez) el peso total del cuerpo variará.

Como consecuencia de esto, la confusión se traslada a los profesionales que no cuentan con información sólida para aconsejar a las personas.

Apenas existen algunos estudios verdaderamente rigurosos acerca de estilos de vida y sus efectos en la salud. Uno de ellos fue realizado en España y analizó la forma en que la dieta mediterránea (con frutas, vegetales, pescado y aceite de olvida o nueces) puede reducir el riesgo de ataques al corazón y derrames. Por otro lado, dos importantes estudios federales de los EE.UU. investigaron dietas altas en fibra, pero no tuvieron éxito en encontrar evidencia de que protejan contra el cáncer de colon.

Para Kramer, es necesario que los investigadores sean humildes al interpretar y reportar los resultados e implicaciones de sus propias investigaciones.