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La comida chatarra y los derechos humanos

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Casi la mitad de la población mundial tiene algún problema nutricional por hambre, desnutrición u obesidad.
26 de octubre de 2016
Red star
Por qué es importante
Hilal Elver considera que los países tienen que asegurar que la elaboración de políticas nutricionales sean libres de la influencia del sector privado y aplicar políticas generales para combatir la desnutrición en todas sus formas.

Hasta ahora se han dicho muchas cosas de la comida chatarra, pero no se había establecido que pudiera impactar los derechos humanos de las personas.

Una especialista de las Naciones Unidas acaba de sostener que la comida chatarra afecta los derechos humanos de los pobres porque viola su derecho a una alimentación adecuada, según señala un interesante y poco difundo artículo de Associated Press, titulado Comida chatarra afecta los derechos humanos, sobre el que se basa esta nota.

Para Hilal Elver, representante especial de la ONU para el derecho a la alimentación, “el auge de la producción industrial de alimentos combinado con la liberalización del comercio ha permitido a las grandes empresas inundar el mercado global con alimentos baratos, escasos de nutrientes, que obligan a los pobres a elegir entre sus posibilidades económicas y la nutrición, lo cual viola en los hechos su derecho a una alimentación adecuada”.

La tesis de Elver se sustenta en que en el marco de los derechos humanos, los estados deben tomar medidas eficaces para regular la industria alimenticia, asegurar que la elaboración de políticas nutricionales sean libres de la influencia del sector privado y aplicar políticas generales para combatir la desnutrición en todas sus formas. Sin embargo, esto no ocurre en todos los casos y como consecuencia de ello, no se alcanzan las metas nutricionales que permiten acabar con la desnutrición.

Como se sabe, las estadísticas globales señalan que unos 800 millones de personas en el mundo padecen hambre, más de 2.000 millones sufren de deficiencia micronutricional y otras 600 millones son obesas, lo cual equivale aproximadamente a la mitad de la población mundial.

En ese contexto, resulta fundamental que los países hagan esfuerzos por contrarrestar las agresivas estrategias que hacen las industrias que venden comida chatarra sobre todo en los países en desarrollo, donde el incremento del consumo de estos alimentos ha disparado el gasto en salud para luchar contra la diabetes y la obesidad.

Elver ha hecho una invocación a los países para que se den cuenta de que la nutrición es un componente esencial del derecho humano a la alimentación adecuada que no se lleva a la práctica si los países no se preocupan de fomentar hábitos de alimentación saludable.

Lo interesante de este enfoque que para muchos puede ser extremo y exagerado es que plantea que las opciones que la industria de alimentos ponen a disposición de los más pobres no les está permitiendo elegir más allá de sus posibilidades económicas y aparentemente sucumben frente a las malas alternativas.Hasta ahora se han dicho muchas cosas de la comida chatarra, pero no se había establecido que pudiera impactar los derechos humanos de las personas.

Una especialista de las Naciones Unidas acaba de sostener que la comida chatarra afecta los derechos humanos de los pobres porque viola su derecho a una alimentación adecuada, según señala un interesante y poco difundo artículo de Associated Press, titulado Comida chatarra afecta los derechos humanos, sobre el que se basa esta nota.

Para Hilal Elver, representante especial de la ONU para el derecho a la alimentación, “el auge de la producción industrial de alimentos combinado con la liberalización del comercio ha permitido a las grandes empresas inundar el mercado global con alimentos baratos, escasos de nutrientes, que obligan a los pobres a elegir entre sus posibilidades económicas y la nutrición, lo cual viola en los hechos su derecho a una alimentación adecuada”.

La tesis de Elver se sustenta en que en el marco de los derechos humanos, los estados deben tomar medidas eficaces para regular la industria alimenticia, asegurar que la elaboración de políticas nutricionales sean libres de la influencia del sector privado y aplicar políticas generales para combatir la desnutrición en todas sus formas. Sin embargo, esto no ocurre en todos los casos y como consecuencia de ello, no se alcanzan las metas nutricionales que permiten acabar con la desnutrición.

Como se sabe, las estadísticas globales señalan que unos 800 millones de personas en el mundo padecen hambre, más de 2.000 millones sufren de deficiencia micronutricional y otras 600 millones son obesas, lo cual equivale aproximadamente a la mitad de la población mundial.

En ese contexto, resulta fundamental que los países hagan esfuerzos por contrarrestar las agresivas estrategias que hacen las industrias que venden comida chatarra sobre todo en los países en desarrollo, donde el incremento del consumo de estos alimentos ha disparado el gasto en salud para luchar contra la diabetes y la obesidad.

Elver ha hecho una invocación a los países para que se den cuenta de que la nutrición es un componente esencial del derecho humano a la alimentación adecuada que no se lleva a la práctica si los países no se preocupan de fomentar hábitos de alimentación saludable.

Lo interesante de este enfoque que para muchos puede ser extremo y exagerado es que plantea que las opciones que la industria de alimentos ponen a disposición de los más pobres no les está permitiendo elegir más allá de sus posibilidades económicas y aparentemente sucumben frente a las malas alternativas.