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La obsesión con las calificaciones afecta el aprendizaje

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Solo cuando somos mayores somos capaces de aceptar que fallar, en muchos casos, es necesario y hasta bueno para aprender y mejorar.
15 de marzo de 2016
Red star
Por qué es importante
El desafío de esta forma de educar es lograr que los estudiantes sepan manejar el fracaso de forma emocional y práctica, lo cual les ayudará a manejar situaciones de riesgo cuando sean mayores.

Fallar en algo siempre ha estado asociado con algo negativo porque significa que no se ha alcanzado lo que se quería. Recién cuando somos mayores somos capaces de aceptar que fallar, en muchos casos, es necesario y hasta bueno para aprender y mejorar. Sin embargo, cuando somos niños no tenemos esta clase de conocimientos como para poder reclamar a nuestros padres cuando nos reclaman por equivocarnos.

Los niños son calificados desde pequeños y hoy en día los condenamos a vivir preocupados por sus calificaciones desde pequeños, lo cual podría tener un efecto perjudicial, según señala el portal The Conversation en su artículo “Why testing four-year-olds as they start school is a bad idea”.

Además de esto, calificarlos desde tan pequeños supone un problema más grande: la estigmatización de fallar. Esto lo señala el portal Quartz en su artículo “There’s a way to teach kids how to fail without ruining their lives”, sobre el cual se inspiró esta nota. El miedo a fallar puede afectar las ganas y forma de aprender y la relación con el aprendizaje en sí de los estudiantes.

Vivir obsesionados con las calificaciones de los estudiantes hace que las ganas de aprender se vean disminuidas porque la acción de aprender se convierte en una obligación que deben cumplir porque se les dice que lo hagan y no porque quieren.

Esto puede ser evitado con algo conocido como aprendizaje intrínsecamente motivado que se logra cuando los estudiantes quieren aprender porque les parece interesante, relevante y que tiene un motivo de fondo. Además, bajo esa forma de aprendizaje el fallar es parte del proceso del aprendizaje, lo cual le quita el estigma negativo a equivocarse, explica el artículo de About Health, “What Is the Difference Between Extrinsic and Intrinsic Motivation?”.

El desafío de esta forma de educar es lograr que los estudiantes sepan manejar el fracaso de forma emocional y práctica, lo cual les ayudará a manejar situaciones de riesgo cuando sean mayores.

Hay una gran cantidad de metodologías para combatir el problema de temer a equivocarse y una de las más completas y retadoras para los maestros es usar el juego, no solo desde la perspectiva infantil, sino como una herramienta para reducir el estrés, y desarrollar la imaginación y la creatividad. La Universidad de Portsmouth y la de Leicester, utilizan juegos para sus estudiantes. La primera usa cursos con “enseñanza persuasiva”, donde las asignaturas son enseñadas con simulaciones donde los estudiantes aprenden a trabajar en equipo aplicando los conocimientos que se quieren transmitir. En el segundo caso, la universidad promueve un juego anual donde los estudiantes aprenden historia con un rompecabezas. Lo interesante es que si fallan en un rompecabezas, pueden seguir jugando porque equivocarse no es penalizado.

Así que a relajarse y ocuparte de que tus hijos aprendan mientras se equivocan como lo hemos hechos nosotros.