HISTORIAS
La historia de un pueblo la cuenta mejor un mercado de barrio
Una de las cosas que normalmente se hace cuando uno llega a una ciudad por primera vez, ya sea en su propio país, o en otro, es visitar sus mercados. Y es que solo visitándolos se puede conocer mucho sobre la gente que vive en un lugar.
Quizá es demasiado decir que de alguna manera reflejan la esencia del pueblo, pero ciertamente, si los mercados son limpios y ordenados, la ciudad también lo será; si sus mercados ofrecen una gran variedad de productos es porque se trata de un pueblo de gran diversidad agrícola, pesquera o ganadera; si el mercado privilegia el uso de bolsas de papel o de tela; o si encontramos reciclaje de envases y la segregación de basura, es porque estamos ante un pueblo amigable con el medio ambiente; y si la gente quiere darnos de probar o a conocer los productos originarios, probablemente se trate de una ciudad con gran tradición gastronómica.
Los mercados son espacios vivos y no solo lugares físicos que combinan una oferta comercial alrededor de la cual se realizan múltiples transacciones, sino que se tratan de lugares donde la gente se congrega para vivir la ciudad.
Así parece haberlo entendido Barcelona en España, que recientemente ha invertido alrededor de 133 millones de euros para poner a punto 40 mercados de la ciudad, donde trabajan unas 7,500 personas en unas 2,700 tiendas. En dichas tiendas que facturan en conjunto 950 millones de euros cada año, gracias a que son visitadas por más de 60 millones de personas, el alquiler mensual por metro cuadrado puede elevarse hasta los 1,500 euros.
En Barcelona hay espacio para los supermercados, pero no dejan de lado sus mercados y los turistas que los visitan los ven como parte de su atractivo (casi hay uno por barrio), porque con la modernización han sido concebidos para impactar a todo aquel que los visita.
La Boquería, el Mercat del Ninot, Santa Caterina, Provencals y Mercabarna podrían decirse que deben ser imperdibles para quien quiere conocer Barcelona y amar la ciudad tal como es:
- Los edificios donde funcionan en su mayoría tienen una historia que les da su propia identidad como tales.
- Los puestos de la parte delantera sirven para jalar la vista y motivar a los visitantes a que se acerquen a mirar, preguntar sobre los productos y los precios; y, por supuesto para comprar.
- Los vendedores se esfuerzan en ser amables con los turistas.
- Tienen instalaciones de almacenamiento limpias, con plataformas de acceso logístico donde llegan los camiones a dejar la mercadería.
- Cuentan con máquinas para comprimir residuos reciclables.
- Y ni preguntar por la gran variedad de productos que ofrecen donde se entremezclan diversidad y calidad para todos los bolsillos.
Todo ello refleja un esfuerzo de las autoridades de la ciudad, pero también de los que tienen a su cargo los puestos, quienes han tenido que invertir individualmente cifras importantes para dar la talla al concepto de mercado que se quiere presentar. Además, tienen que pagar por la seguridad y limpieza, entre otros.
Ojalá algún día podamos sentirnos igual de orgullosos escribiendo sobre el mercado de Surquillo, el de Lobatón, el de San Isidro, el del Mercado Central, el de Risso, y, el propio mercado de Santa Anita, entre otros mercados que existen en el Perú y que merecen ser revalorados.
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