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Los buses que cambian de ruta con inteligencia

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Singapur pasó en solo tres décadas de ser un país del tercer mundo a ser una de las economías más desarrolladas.
08 de junio de 2015
Red star
Por qué es importante
Por ser un país pequeño y moderno, Singapur es un excelente laboratorio para probar nuevas iniciativas de políticas públicas.

Singapur, el pequeño país asiático que pasó de ser un país del tercer mundo a ser una de las economías más desarrolladas, está ahora en pleno proceso de buscar mecanismos para aprovechar la tecnología en la prestación de servicios públicos.

Una de estas opciones es la personalización de las rutas de transporte público de manera que estas puedan ser modificadas para atender mejor las demandas de los ciudadanos.

Probablemente piense que esto no es ninguna innovación, pues en  varios países de América Latina estamos acostumbrados a que los buses, combis o taxis reciban y dejen pasajeros donde les plazca. Sin embargo, Singapur tiene algo diferente en mente. 

En los próximos meses, se comenzará a prestar el servicio de rutas de bus administradas con información de los usuarios. Cada usuario tendrá en su teléfono móvil una tarjeta inteligente que le permitirá transmitir información al sistema de buses respecto de su ubicación y su destino, algo así como lo que hace Uber ú otros aplicativos de servicios de taxi. A partir de la información de todos los usuarios, el sistema de buses podrá ajustar las rutas y el número y el lugar de las paradas para recoger o dejar pasajeros, de manera que sea posible que los usuarios lleguen a su destino de la manera más rápida posible y que el tráfico en la ciudad se descongestione. Si bien todavía es muy pronto para hacer cualquier tipo de evaluación sobre esta iniciativa, lo cierto es que su sostenibilidad en el futuro dependerá en gran medida de la disponibilidad de los usuarios para asumir los mayores costos que este servicio  personalizado generaría.

Esta no es, sin embargo, la única iniciativa innovadora en materia de prestación de servicios públicos en la que Singapur está trabajando. Por ejemplo, las consulta médicas en su mayoría ya han dejado de ser presenciales y han pasado a ser virtuales. Incluso en el caso de los análisis clínicos, el hecho de que la mayoría de personas viva en condominios de vivienda públicos, ha facilitado la logística de almacenamiento de materiales, recojo de muestras y envío de resultados a los hospitales para su interpretación y análisis. Lo mismo ocurre para el monitoreo de enfermedades crónicas e incluso para tratamientos de fisioterapia que se realizan con sensores en el domicilio del paciente, eliminando la necesidad de que este se acerque a los hospitales para recibir la terapia.

Singapur es un excelente laboratorio para este tipo de iniciativas pues se trata de un país pequeño. En el futuro, el resto del mundo podrá beneficiarse de lo que se aprenda de estos experimentos. Mientras tanto, en América Latina y el Perú no deberíamos dejar de ponernos metas que conduzcan a prestar un mejor servicios a los ciudadanos, aunque ciertamente quizás estas deban ser menos ambiciosas. Por ejemplo, para el caso de Lima, si nos pusiéramos la meta de contar con semáforos inteligentes ya conseguiríamos una mejora sustancial del tráfico. Para los buses inteligentes, todavía hay tiempo.