HISTORIAS
Tecnología: todo tiempo pasado fue mejor
El libro de Robert Gordon, titulado “The Rise and Fall of American Growth” (El Apogeo y Caída del Crecimiento Americano), advierte que lo conseguido por la tecnología actualmente, comparado con la segunda ola de invención industrial, es insignificante. Además, señala que más que aportar algo solo ha cambiado la forma en la que hacíamos ciertas cosas: comunicarnos.
Precisamente, un reciente artículo de The Economist, titulado “Techno Wars”, reflexiona sobre esta percepción que cada vez es más generalizada de que los inventos de los últimos años no son comparables en importancia con aquellos que transformaron al mundo como los aviones, el ferrocarril, el automóvil, entre otros.
Esta forma de valorar la tecnología ha delineado dos posiciones bien marcadas respecto a esta. Una de ellas es la de los optimistas y la otra es la de los pesimistas que ha crecido enormemente en los últimos años como corriente de pensamiento y que llaman la atención sobre la poca innovación que está aportando los nuevos esfuerzos tecnológicos.
La mejor evidencia de lo que ha ocurrido es la cantidad de libros e investigaciones que se han producido a partir de estas corrientes. Después del de Gordon, llegaron Fredrik Erixon y Bjorn Weigel con su libro “The Innovation Illusion” (La ilusión de la innovación). En este se describe una realidad aún más pesimista, en la cual, salvo por un puñado de compañías que cumplen los requisitos, hay muy pocas novedades.
Las compañías de las que se habla son empresas como Google o Amazon, las cuales aún están dispuestas a innovar y a arriesgarse para aumentar su capital. Sin embargo, el resto ya no se encuentra en manos de capitalistas arriesgados, afirman los autores. Sus cabezas son, más bien, conglomerados enormes que sólo se concentran en inversiones pequeñas y seguras que no ponen en riesgo su fortuna pero, a la vez, no generan avance.
Y es que la clave o motor de muchas de las innovaciones que se han producido en el mundo han tenido detrás empresas ambiciosas dispuestas a arriesgar dinero, tiempo y otros recursos para lograr dar pasos a veces gigantes en transformar industrias.
Lo bueno de que haya surgido este debate es que ayuda a evitar el riesgo de olvidar el peso que han tenido las innovaciones a lo largo de la historia.
El matiz que habría que añadir a esta discusión es que ese peso puede relativizarse por la naturaleza de las innovaciones que antes se materializaba en grandes obras de infraestructura o de fierro, mientras ahora tienen otra forma de expresión como ocurre con la Internet.
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