¿Quién no conoce a don Elías?

¿Qué mejor forma que complementar el desayuno con fruta y un vaso de jugo fresco? ¿Y quién más indicado para proveerla que tu caserito de toda la vida?

Ese caserito es don Elías Chumbe, provinciano, de 56 años, 30 de los cuales se ha dedicado a vender fruta en la esquina entre las calles Colón y San Martín en Miraflores, donde atiende a un promedio de 100 clientes diarios y a otros 20 les lleva sus pedidos a sus casas.

Casi toda la gente que vive, trabaja o circula por esta parte del Miraflores antiguo en Lima, sabe quién es Elías. Su carretilla siempre tiene alrededor a alguien comprando o conversando con él, ya que no solo lo vistan clientes, sino también amigos que ha conocido con el paso de los años. Cuando alguien lo llama por teléfono, sonríe mientras les contesta calurosamente el saludo. Y es que para él, el buen trato es esencial para forjar relaciones duraderas.

Elías es de los pocos emprendedores peruanos que aún conserva la tradición de entregar un almanaque a fin de año, con la esperanza de que se acuerden siempre dónde encontrarlo. Como se sabe, durante mucho tiempo fue una tradición con motivo de fin de año que los proveedores enviaran una tarjeta de navidad, muchas veces acompañada de un vistoso almanaque con el fin de que los tengan presentes en el nuevo año.

El señor Chumbe no sólo coloca su dirección Colón 192, Miraflores, sino que además pone sus números telefónicos, ya que también hace entrega de fruta a domicilio. Todo esto explica por qué para don Elías, el almanaque es un elemento clave de su estrategia de marketing para posicionar su número telefónico y RPM en los refrigeradores de sus clientas para el 2016, con el fin que puedan contactarlo y realizar sus pedidos, teniendo la certeza que su frutería honrará su lealtad con la seriedad y garantía de la calidad de sus productos

La historia de Elías Chumbe es la historia de millones de peruanos que usan toda su creatividad para salir adelante y que mantienen la filosofía de tratar a sus clientes como la “caserita”, atendiéndolos bien y ofreciéndoles siempre una yapa (algo gratuito) en función de sus gustos.

Como si llevara un inventario de los gustos de sus clientes, una vez que se le paga la cuenta, siempre añade a la bolsa, aquella que sabe que es tu fruta preferida: un plátano de la isla, una mandarina, un durazno, o un mango terminarán siempre en tu frutero como cortesía de don Elías.

Todos esos detalles hacen difícil que incluso los supermercados puedan competir en servicio con lo que hace don Elías, es más, ojalá lo imitaran para tratarnos como lo que todos los clientes somos, unas “caseritas”.