NÚMEROS
El mundo camina a quedarse sin población
En un país como el Perú, es inimaginable pensar que el Estado de subvenciones a las parejas que tienen niños, porque hasta ahora no hemos tenido problemas con la tasa de natalidad y gracias a ello, tenemos un bono demográfico que no tienen otros países.
Probablemente eso explique que otros temas, como el cambio climático, superen a los de población largamente. Sin embargo, no es casualidad que China haya flexibilizado su política de hijo único con el fin de promover nuevos nacimientos que permitan contrarrestar el efecto de una población que envejece rápidamente.
Este tema ha llamado la atención, a raíz de unos recientes datos publicados por Naciones Unidas en el documento World Contraceptive Use 2015, en los que se revela que el uso de preservativos, servicios de planificación familiar y, en general, procedimientos para no tener un embarazo, ha crecido de forma dramática, sobre todo en países en desarrollo.
Precisamente, citando dicho documento, un artículo de The Guardian llamado “Rise in use of contraception offers hope for containing global population”, que inspiró esta nota, analiza cómo llegará a afectar el incrementos del control de la natalidad al mundo.
Según dichos datos, aproximadamente 64% de mujeres casadas o mujeres viviendo con una pareja entre los 15 y 49 años usaron formas modernas o tradicionales para prevenir embarazos en 2015. Esta cifra representa casi el doble del porcentaje en el año 1970 cuando era 36%.
Lo más sorprendente es que según proyecciones derivadas de estos datos, si la tendencia continua de esta forma, dentro de 15 años la población se reduciría a 8 miles de millones de personas.
Para algunos expertos, esto podría ser algo bueno porque ayudará a reducir los problemas de seguridad alimentaria en el mundo. Por ello, alientan a llevar nuevos métodos de control a países de África, donde aún no han llegado. Otro grupo de especialistas, por distintas razones, afirman que una menor tasa de crecimiento pondría en riesgo las economías de varios países, porque no nacería población suficiente para producir y pagar impuestos que permitan sostener la vejez de las generaciones anteriores.
En un tercer grupo están quienes por connotaciones religiosas, consideran que el Estado no debería intervenir fomentando sistemas de control de la natalidad, a menos que sean por razones terapéuticas o de contagio de enfermedades de transmisión sexual, en cuyo caso sí sería válido que esto ocurra.
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