IDEAS
Celebremos que los niños jueguen
La Convención de los Derechos del Niño establece que los Estados reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes.
Por eso, todos los 28 de mayo se celebra el Día del Juego, para recordar a la sociedad la importancia que tiene que los niños jueguen. Y en esta fecha es imposible no comparar cómo se juega ahora y cómo se jugaba antes.
Para los niños de antes, probablemente en una ciudad con menos inseguridad, era posible salir a la calle a jugar mata gente, saltar liga, mundo, jugar a las escondidas, o si los chicos tenían al equipo completo, jugar un partido de futbol o de voley. En casa, aún en la más pobre, los niños nunca necesitaban mucho para jugar con algo. Ya sea armando un tren con cajitas de fósforos, jugando con yases, recreando un mercado o el colegio, entre otros.
Hoy en día la tecnología ha contribuido a que los niños cambien un poco la forma en que juegan. Por eso puede ser tan común observar a un niño que pasa largas horas frente un aparato de videojuegos, o viendo videos de sus dibujos animados preferidos. Quizá no sea del todo malo que lo hagan, pero ciertamente parte de la idea de que los niños jueguen es que afecten positivamente su desarrollo como individuo y en su afectividad y sociabilidad porque el juego contribuye al crecimiento equilibrado de los niños y al desarrollo de su inteligencia emocional. Entonces, parece algo complicado que la tecnología pueda reemplazar la satisfacción de estar con otros chicos compartiendo algún tipo de juego o distracción.
Lamentablemente, en el mundo el derecho de los niños a jugar no se cumple para todos. Hay niños que viven en zonas de conflicto, de desastres naturales, de extrema pobreza y hambre, o bajo condiciones de abuso, donde difícilmente pueden jugar. Por ello, es que hay que defender su derecho a jugar, tanto como se defiende el que tienen a estudiar. Ambas actividades son esenciales para el desarrollo de un niño emocionalmente sano.
Pero quizá una de las mayores bondades del juego en un niño es que promueve su comunicación con terceros y en una comunidad, lo cual resulta valioso para la sociedad en su conjunto. Un niño que aprende a jugar con otros, aprende a compartir espacios, a saber esperar turnos, a saber competir, comprende mejor lo que es perder y ganar, al tiempo que potencia su creatividad y estimula su imaginación.
Entonces, que los niños jueguen no significa que pierdan el tiempo, probablemente están ganando mucho aprendiendo valores y actitudes que serán importantes para ellos como individuos y miembros de una comunidad.
A dejarlos jugar.
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