TENDENCIAS
La gallinas como mascotas
Más de la mitad de la población mundial tiene al menos un mascota en casa, según un estudio de GFK del año pasado, donde además se advertía que en América Latina los perros son los más populares, pero en Francia y Rusia apuestan por los gatos.
Esto obviamente es relevante para la industria de alimentos para mascotas que está atenta a lo que pasa en América Latina donde el 80% de quienes respondieron la encuesta tenía algún tipo de mascota o en Asia donde solo la tercera parte de su población acoge a alguna y tiene un mercado potencial enorme.
Lo que nadie podría imaginar es que el futuro de las preferencias por las mascotas tienda cada vez más a pensarse utilitariamente o a cambiar, si no se trata del amor a los huevos sino a la gallina.
Un reciente artículo de The Guardian, titulado Pet swap: are chickens really the new dog?, plantea la posibilidad que en un futuro cercano las gallinas se vuelvan las preferidas porque pueden ser buenas compañeras de las familias con niños o porque, además, todos los días proporcionan huevos frescos a sus dueños.
En Reino Unido, la población de las gallinas de compañía alcanza casi el medio millón desde 2010, una cantidad similar a la de los “cuyes o como ellos conocen guinea pigs y nada cercana a los 8,5 millones de perros que tienen”, pero no por ello una cantidad despreciable.
Y lo que hay que tener en cuenta es que cada vez hay más experiencias de familias que las empiezan a tratar como verdaderas mascotas, las integran a sus vidas y estas terminan comportándose como perros. Para empezar, siguen a su dueño a donde este va y observan con cuidado sus movimientos, pero además, estos ya las llaman por sus nombres y estas empiezan a responder como si reconocieran algunas palabras.
Todo esto está haciendo pensar a algunos que hacia futuro se podría incrementar esa población, en la medida que estas pequeñas aves se sigan domesticando y acostumbrándose a su nuevo rol en los hogares.
Al igual que en el caso de los perros, hay que tener en cuenta la regulación establecida para zonas urbanas o semirurales porque pueden haber restricciones a la tenencia de estas aves, sobre todo si se las piensa criar con pareja incluida, debido a que el canto de los gallos molesta a los vecinos.
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