HISTORIAS
Sin libertad de pluma
Si hay algo sobre lo que existe consenso es que la libertad de prensa es una garantía de la democracia. Aun cuando en algunos países, la prensa pudiera sobre pasar los límites al no contrastar fuentes, o, al no pedir la versión de las dos partes; siempre es preferible eso que se puede denunciar, a que prime la censura.
El caso de China es particularmente preocupante, actualmente las escuelas de periodismo casi están vacías, no hay alumnos. Esto tiene que ver con el hecho que el gobierno de Xi Jinping cada vez se vuelve más represivo sobre lo que los medios pueden o no informar.
Los periodistas no pueden escribir lo que quieran, menos aun de lo que pasa en realidad porque se exponen a ser despedidos por decir la verdad. Eso ha motivado que muchos comunicadores no puedan resistir la presión sobre sus plumas y terminen abandonando esas canteras.
La prensa extranjera no es ajena a estas presiones, de acuerdo a lo que señala The Guardian en un artículo sobre el que se basa esta nota, la expulsión en diciembre de Ursula Gauthier, una periodista francesa, ha desalentado al gremio que agrupa a todos los corresponsales extranjeros. Sin embargo, los periodistas locales lo tienen aun mucho peor.
Hay una crisis en las salas de redacción de los medios de comunicación y a diferencia, de otros países, donde eso está ocurriendo como resultado de la era digital, en China es una combinación de eso unido a la represión de un gobierno autoritario que quiere controlar los contenidos hacia adentro, pero también de lo que se dice de ese país hacia el exterior.
La cárceles chinas hoy son el hogar de defensores de los derechos civiles, blogueros, y también de periodistas, sin importar la edad o trayectoria profesional. Eso explica que ese país ocupe el puesto 176 de 180 países en libertad de prensa, según Reporteros sin Fronteras.
No obstante, muchos hombres de prensa se resisten a reconocer que sus voces han sido silenciadas por los políticos, sino más bien acusan a la era digital y a la pérdida de interés de los lectores que prefieren conocer lo que pasa en el mundo chateando.
El gran problema de eso, es que la sociedad se está acostumbrando a que eso ocurra y está perdiendo sentido estudiar para ser periodista en un país donde existen reglas para poner titulares.
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