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El mercurio y el autismo

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Estudio señala que el incremento de vacunas con mercurio ha influido en autismo regresivo que se evidencia en pérdida de lenguaje y habilidades sociales.
13 de abril de 2016
Red star
Por qué es importante
Tiomersal es usado desde los años 30 en la fabricación de vacunas y medicamentos.

Un reciente artículo de Ecowatch titulado “¿El Autismo Es Una Epidemia Real?” sostiene que el incremento de vacunas con mercurio desde 1989 a la actualidad va de la mano con el surgimiento de  una epidemia de Autismo Regresivo, un tipo de trastorno del espectro autista (TEA) que se manifiesta luego de los 1-2 años de edad y en el cual los niños afectados muestran una pérdida de lenguaje y habilidades sociales alcanzadas.

No hay pruebas médicas que diagnostiquen los TEA (Trastorno Autista, Síndrome de Asperger y el Trastorno de Desarrollo Generalizado No Especificado) y los médicos deben evaluar la conducta del niño y su desarrollo para diagnosticarlos. Por eso se les llama “trastornos de un espectro” porque afectan de manera distinta a cada persona y hasta el momento no existe cura para los TEA.

Esta epidemia actual que según Ecowatch no es admitida por instituciones como el Centro de Control de Enfermedades (CDC) e investigaciones, contradice la posición del doctor Fred Silberman, quien sostiene que el origen del Autismo Regresivo es genético y reciente ya que es producto de  millones de años de la evolución humana y no se supo de este hasta los años setenta.

El investigador señala en un artículo de la BBC: “Algunos padres y activistas responsabilizaron equivocadamente a las vacunas como culpables del Autismo citando la investigación de 1998 del gastroenterólogo Andrew Wakefield, que estableció un vínculo entre la triple vírica y un trastorno intestinal llamado enterocolitis autista y que el diagnóstico en el pasado era imposible ya que no existía el término “espectro autista” como categoría médica”.

Sin embargo, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que la exposición al mercurio en cantidades muy pequeñas a través de los conservantes de las vacunas como el Tiomersal -para evitar el crecimiento de bacterias y hongos contaminantes que se pueden introducir durante el uso repetido de las vacunas- podría tener  efectos tóxicos en el desarrollo fetal e infantil, los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo, los pulmones, los riñones, la piel y los ojos.

El Tiomersal es usado desde los años 30 en la fabricación de vacunas y medicamentos. La producción de este representa una proporción muy pequeña (0,1%) de las principales fuentes de exposición humana al mercurio, una cantidad ínfima que justamente necesita el mercurio para mostrar sus efectos.

Entre las vacunas con tiomersal están:  difteria, tétanos, hepatitis B, rabia, gripe y las infecciones por Haemophilus influenzae de tipo b (Hib) y meningococos. No obstante, la OMS, afirma que todas sus vacunas cumplen las normas internacionales de garantía de calidad, seguridad y eficacia y son suministrados por los responsables de adquisiciones de las Naciones Unidas.