IDEAS
El poder y la fuerza
Desde el origen de la raza humana se han librado batallas por el poder, ya sea definido por la fuerza física, posesión de territorios o toma de decisiones al interior de un grupo. No obstante, Dacher Keltner, psicólogo y profesor de la Universidad de California, Berkeley, señala en su libro “The Power Paradox: how we gain and lose influence”, que el poder es entregado por los demás a un individuo en particular de manera voluntaria debido a las cualidades que se le atribuyen. Al respecto, Lucy Kellaway, del Finantial Times, en su columna “Do nice guys finish first?”, plantea una visión algo distinta.
Keltner define el poder como la “habilidad de alterar el estado de otros” y añade que constituye el pilar de toda relación humana. Según el estudio realizado por el profesor, la fuerza no deviene en poder ni tampoco el miedo. Para llegar a tales conclusiones analizó distintos grupos universitarios y jóvenes en general y encontró que aquellos con poder eran en general los que se mostraban entusiastas, amigables y abiertos.
No obstante, Kellaway apunta con ojos críticos que en la vida real esto no es aplicable en todo sentido puesto que, incluso entre los jóvenes, no siempre el que antepone el bien común es aquel al que se le “entrega” el poder. Lo mismo ocurre en ambientes laborales, política, economía, entre otros. La columnista pone como ejemplo a Donald Trump, quien por sobre todo ignora los intereses de la mayoría pero ha alcanzado una posición de gran poder.
A pesar de que las ideas de Keltner presentan un panorama más esperanzador, este no refleja la realidad, tal como lo señala Kellaway. Es pues un pensamiento un tanto utópico. Se ha demostrado en innumerables casos que el poder, en el mundo de hoy tanto como lo era en un inicio, le pertenece al que demuestra ser más fuerte y/o logra imponerse.
Por otro lado, existe otra verdad innegable, y es que donde hay poder pueden presentarse excesos que tarde o temprano corromperán al que lo ostenta. Keltner no pasa esto por alto y señala que tener poder empuja al individuo a aprovechar la situación. Sin embargo, el autor afirma que existe esperanza. La persona tan solo debe recordarse lo terrible que es no tener poder, así como los peligros de poseerlo, y que esto lo encaminará de vuelta al sendero de las buenas decisiones.
Queda claro, al menos para quien escribe, lo mismo que para Kellaway, que las propuestas de Keltner son inverosímiles e inaplicables a la realidad. El más fuerte, lamentablemente, siempre acaba con el más débil.
Juzgue usted mismo.
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