TENDENCIAS
¡Qué bonita vecindad!
Muchos de nosotros hemos crecido en barrios o urbanizaciones, como quieran llamarlas, donde los vecinos eran casi parte de la familia. No solo porque se compartían muchas vivencias como los carnavales, el año nuevo, entre otros, sino porque el nivel de confianza era tal que siendo pequeños entrábamos en sus casas como si fueran nuestras.
Esa forma de compartir la familiaridad entre los vecinos cada vez es menos existente y más bien se ha perdido la posibilidad de interactuar con los vecinos, y apenas se produce el intercambio de saludos cuando coinciden en el ascensor o salen de sus estacionamientos.
A más de uno le debe haber ocurrido que ha sido vecino de alguna familia por varios años sin saber con precisión quiénes eran o cuántos niños tenían.
Además, son cada vez más las edificaciones o condominios que se construyen con todas las comodidades individuales posibles, pero que en la práctica no generan comunidad.
Esta circunstancia está obligando a las nuevas generaciones de arquitectos a tener más en cuenta la necesidad de crear espacios que contribuyan a la integración en sus nuevos proyectos. Por lo menos, así lo plante Next en su artículo “How to build a community in áreas of new high-end development”, sobre el que se inspira esta nota.
La tarea no es sencilla porque hay que tener en cuenta una serie de aspectos para diseñar una edificación entendiendo la forma en que interactuarán las personas que vivirán en esta, incluso a pesar de que contemplen áreas sociales comunes como gimnasios y piscinas.
Algunos expertos señalan que estos espacios no son suficientes para recuperar el sentido de comunidad y que la Junta de Propietarios debe organizar actividades de integración como partidos de fútbol, deportes, bingos, entre otros. Si esto se logra, se crearía un entorno más atractivo alrededor de estos complejos habitacionales para que las personas los elijan como sus viviendas.
Lo que nadie se ha puesto a pensar es hasta qué punto las personas están buscando el mismo sentimiento de vecindad que existía en los vecindarios de antaño, y en qué medida la acentuación del individualismo no inspira a las familias a buscar edificaciones que precisamente promuevan la posibilidad de mantener cierta privacidad en sus vidas.
Así que el gran desafío que tienen los arquitectos es compatibilizar la posibilidad de ofrecer ambas perspectivas: la posibilidad de socializar voluntariamente en áreas comunes y al mismo tiempo permitir que las familias puedan guardar la privacidad que permite una casa, en una edificación de propiedad horizontal o condominio.
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