HISTORIAS
La domesticación de los gatos
En nuestra reciente nota titulada Las mascotas después de los 50, dimos cuenta de la importancia que puede llegar a tener la compañía de una mascota.
Si bien, los perros son los que son considerados como los mejores amigos del hombre, estos animalitos pueden resultar siendo muy dependientes, y por lo tanto, poco convenientes para la época actual, en la que las personas tienden a vivir en departamentos pequeños y trabajar todo el día.
Por ello, los gatos han ido ganando cada vez más popularidad en los últimos años, sobre todo para las personas jóvenes porque no hay que sacarlos a pasear para que hagan sus necesidades, sino que basta con dejarles una caja de arena y cambiar esta periódicamente, así como darles de comer en la mañana y por la noche.
Todo esto facilita que puedan pasar largas jornadas solos sin que uno llegue a casa y encuentre todo destrozado.
Lo que pocos saben es que el hecho que sean independientes no significa que no sea necesario entrenarlos para que se acostumbren a una vida más urbana, citadina, sedentaria, y con poca compañía. Por lo menos, así lo plantea un artículo de The Wall Street Journal titulado “Yes, You Can Train Your Cat”.
Y es que a diferencia de los perros, sobre los cuales se sabe bastante y ya llevan mucho tiempo domesticados, a pesar de que hay evidencia de que los gatos existieron en la antigüedad, lo cierto es que recién son considerados como mascotas desde hace unos 50 años.
Esto significa, que si bien existían desde antes, siempre mantuvieron un estado salvaje, hasta que descubrieron que acercándose al ser humano podían acceder a comida con mayor facilidad que cazando.
El asunto es que aun ha pasado poco tiempo y por eso no han terminado de acoplarse del todo al ser humano, por lo que muchas veces siguen dejándose llevar por su instinto de cazadores y se lanzan sobre ratones y pájaros que encuentren, o, se van por periodos largos en busca de aventuras que no encuentran en los departamentos donde los confinan.
Por eso, el artículo plantea realizar un esfuerzo para ayudarlos a que se adapten mejor. Para ello, sugiere algunas reglas que parecen sencillas y pueden ayudarnos a convivir mejor con estas graciosas, pero a veces ariscas mascotas.
El entrenamiento tiene que ser progresivo. Al igual que el perro, hay que enseñarle una cosa a la vez, como identificar su caja de arena, su área de comida, el cojín donde puede dormir, entre otros.
Hay que dejarlos que exploren. Si se quiere acostumbrarlos a salir a pasear en un bolso, hay que permitirles que lo huelan, que entren y salgan de éste, para que se sientan familiarizados en el espacio y no traten de huir.
Las recompensas funcionan. Los gastos suelen ser bastante tercos, por lo que el castigo funciona menos que una buena recompensa, y mejor si es comida.
Por último, hay que saber leer las señales que dan. Si cuando nos ve, sale huyendo, eso significa que ya no quiere seguir el entrenamiento.
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