IDEAS
"Nadie te quita lo bailado"
Durante mucho tiempo, cuando una persona mejoraba sus ingresos económicos, lo primero que hacía era gastar ese dinero en bienes materiales como ropa, accesorios, muebles para el hogar, entre otros, en un intento de mejorar su calidad de vida.
Esto ocurría porque se presumía que la felicidad y sensación de bienestar que dan las cosas materiales durará tanto como pueda durar dicho bien. Sin embargo, la satisfacción que brindan las cosas materiales caduca tan rápido como estas se vuelven ordinarias, sale una versión mejorada de lo que tenemos o se vuelve obsoleta. Y se siente igual que aquel que se compra un Smartphone de la versión 6, y un mes después, se empieza a vender la versión 7.
Precisamente, de eso se trata un estudio conducido por el doctor Thomas Gilovicg, psicólogo y maestro en Cornell University, titulado “Why you should spend your money on experiences, not things” y que es recogido por la revista Forbes, quien señala que todo lo “nuevo” se convierte en “ordinario” luego de un tiempo. Por ello, cada vez se quiere algo mejor que lo anterior y siempre se encuentra la manera de comparar el bien propio con el ajeno desmereciendo lo que se posee. Esto se llama la “paradoja de la felicidad” que hace referencia a la forma en que las personas creen que la felicidad es producto de las cosas materiales que se poseen.
Por ello, Gilovicg plantea que es mejor invertir en toda clase de experiencias en lugar de adquirir artículos o bienes inmuebles. La felicidad no la proporciona las cosas porque estas no definen lo que es cada persona, sino que esta se encuentra en los pequeños detalles de la vida y en las grandes experiencias.
Esto significa que hay que privilegiar el valor de las experiencias, entre las cuales están, los viajes, momentos con amigos, en pareja y en familia, estudios, fiestas, entre otros. Este tipo de circunstancias que giran en torno a las sensaciones en vez de los bienes materiales se acumulan para formar parte de la identidad de la persona que las vive pues moldean la manera en que percibe el mundo. Alguien con más experiencias que posesiones materiales, ha vivido y ha creado memorias que permanecerán en su mente por siempre y definirán su forma de pensar y actuar.
La tesis de Gilovicg suena lógica: lo material se termina, se maltrata y deteriora con el paso de los años, mientras que aquello que se vive y experimenta, siempre perdura. Incluso si con la edad se pierde la memoria de muchas de las vivencias, esos momentos ya son parte de uno y han definido lo que uno es en la vida.
Así que el reto es acumular experiencias, no propiedades ni dinero. Los muebles se apolillan, pero nadie nos puede quitar lo que hicimos en nuestra vida.
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