IDEAS
Lo que todos podemos aprender de las cebras
En 2008, cuando Robert M. Sapolsky de la Universidad de Standford publicó su libro ¿Por qué las cebras no tienen úlcera?, estableció que a diferencia de los animales (hipopótamos o cebras) que no se complican con preguntas difíciles ni se anticipan a los problemas pensando que algo puede salir mal, los seres humanos nos complicamos la vida a cada momento cuando pensamos en la jubilación, el seguro de salud, lo que diremos en la primera cita, o si alguien no nos saludó; o, no nos tomó en cuenta. También dijo que eso no significa que los animales no tengan situaciones de estrés, porque de hecho las tienen y muchas. Lo que sucede es que son episodios breves y ocasionales, por lo que se desactivan con rapidez.
En cambio, los seres humanos, una vez que activamos en nuestra mente algún problema o algo que nos molestó, no lo desactivamos con la misma rapidez, lo cual genera mucho estrés y eso puede afectar nuestra salud al punto de convertirse en un problema de salud pública.
La señal de que algo así no está pasando es cuando lo que nos quita el sueño es, por ejemplo, el comportamiento del jefe en el trabajo. La competencia en el mundo laboral está causando estragos en la salud y rendimiento de las personas, que se ven reflejados en una mayor incidencia de enfermedades convencionales como las cardiovasculares, el cáncer, la diabetes y las úlceras.
Quizás te estés preguntando ¿qué tiene que ver un jefe gritón, intolerante, agresivo, displicente o insultante con estas enfermedades?
La respuesta es que mucho. Experimentar todos los días situaciones que nos exponen en la parte más vulnerable y sensible que tiene cada persona, puede llegar a elevar los niveles de las hormonas llamadas glucorticoides que, cuando se segregan, pueden terminar afectando la salud, incluyendo el aumento del apetito y la obesidad.
Cada vez que un jefe desmoraliza a un trabajador o se burla de él frente a otros; o, le quita el crédito por algún logro, puede provocar que sus colaboradores se estresen y qie sean menos productivos, en perjuicio de la propia empresa. La intensidad de los ritmos de trabajo no puede ser una excusa para que los jefes tengan comportamientos perturbadores del clima laboral.
Sin embargo, sí hay algunas circunstancias que los estudios indican que contribuyen a que ahora haya más jefes que estresan. Algunas razones están asociadas a la ignorancia sobre la forma en que están actuando; a que están en actividades donde ellos fueron tratados con la misma agresividad en su momento; a que tenemos más distractores como la tecnología y eso evita que prestemos atención a las personas y a sus rostros cuando damos una respuesta; o, cuando omitimos dar las gracias o pedir por favor.
Pero, sin duda hay algo que los trabajadores pueden hacer y es no presumir malicia o intencionalidad en todo lo que pasa o lo que nos dice el jefe. Se trata de desactivar con rapidez aquello que nos ha estresado, ya sea que se trate de un mal gesto, una mala actitud, una frase desatinada; o, por último la falta de un saludo. Tratemos de ser un poco cebras o hipopótamos en el trabajo.
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