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El EE.UU. de Trump parece condenado a no saber vivir en comunidad
La semana que pasó, el mundo fue testigo una vez más de un tiroteo en una escuela de Parkland en Florida donde un joven armado de un fusil automático mató a 17 personas en una escuela secundaria. En los días siguientes, con horror los ciudadanos de ese país escucharon a su presidente, el señor Donald Trump, sugerir, que la mejor estrategia para luchar contra estas situaciones era armar a los maestros.
Precisamente, en respuesta a esa reacción, el economista Paul Krugman, escribió un artículo que se publicó en el diario español El País, titulado La repugnante brutalidad del Estados Unidos de Donald Trump, donde señala que la respuesta del presidente en realidad ilustra la crisis que vive el concepto de comunidad y sociedad que no sabe proteger a sus miembros.
Para Krugman está fuera de toda lógica pretender limitar la violencia con armas de fuego, armando a los civiles. Además, basta con revisar la estadística de otras naciones desarrolladas para advertir que estas no tienen la misma frecuencia de masacres que hay en los EE.UU. porque en esos otros países, se revisan los antecedentes de quienes solicitan autorización para poseer armar y no cualquiera puede adquirir una arma de asalto. Uno de los casos que cita el autor es el de Australia que ante situaciones similares, prohibió las armas de asalto, las recompró a quienes ya las tenían y no ha vuelto a sufrir situaciones similares.
Así que la idea del presidente Trump de seguir promoviendo los negocios de la Asociación de Productores de Rifles, armando maestros inexpertos en el manejo de armas para que las masacres terminen siendo matanzas de unos contra otros, carece de sentido.
Pero el riesgo de introducir planteamientos como este, según lo que plantea Krugman, es que supone una renuncia implícita a una vida en comunidad que es capaz de proteger a sus individuos más allá de la propia fuerza de cada uno de ellos. Y eso sería equivalente a condenar a la sociedad a vivir en la ley de la selva donde cada uno se ve obligado a buscar su propia justicia.
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