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La mujer y el tóxico mundo del trabajo
Las mujeres alrededor del mundo cada vez son más exitosas. En muchas escuelas de los países desarrollados, cada vez más niñas superan a los niños; en las universidades y los programas de posgrado, cada vez más mujeres superan en rendimiento a los hombres. Los salarios que reciben también se han incrementado.
Sin embargo, esta halagadora realidad en materia de igualdad de género se produce predominantemente en los niveles más bajos de las estructuras organizacionales y se va reduciendo significativamente en los niveles gerenciales: por ejemplo, mientras la proporción de mujeres del total de contrataciones puede ser 50%, la proporción de mujeres en las gerencias senior fluctúa entre el 10% y el 20%.
¿Por qué? Las mujeres optan por dejar de seguir luchando para ascender cuando se dan cuenta que es prácticamente imposible para ellas alcanzar un balance razonable entre su vida laboral y su vida familiar. Y este hecho que no permite que las mujeres escalen posiciones en las organizaciones, tiene un efecto mucho más dañino para las mujeres que viven en hogares pobres o altamente vulnerables a la pobreza. Esta mujeres no solo quieren trabajar porque pueden sino porque lo necesitan. Para ellas, no ir a trabajar porque su hijo tuvo una infección, porque no hay clases en el colegio de su hijo por la huelga de profesores o porque deben acompañar a su anciano padre o madre al médico por una emergencia médica, puede significar simplemente perder el empleo. Y perder el empleo puede volver a sus hogares pobres o más pobres.
Para que más mujeres puedan ocupar posiciones gerenciales y al mismo tiempo poder tener un adecuado balance de su vida laboral y personal, haría falta solo un poco de flexibilidad de las empresas para permitir el trabajo a tiempo parcial, un día de trabajo a la semana desde casa, las relocaciones, los permisos por alguna emergencia familiar o las licencias sin goce de haber.
Para que más mujeres no se vean desalentadas a integrarse en la fuerza laboral también hace falta que acabemos con el estereotipo de que las únicas proveedoras de cuidados en el hogar pueden ser las mujeres: los hombres también deberían comenzar a jugar un rol cada vez más activo en las provisión de cuidados en el hogar. Por ejemplo, los padres también deberían poder tomar una mañana libre para jugar con su hija que no tuvo clases por la huelga de su colegio o llevarla al médico si se siente mal. Lo mismo con sus padres.
Sin embargo, una vez más, para que esto ocurra, estos hombres deben poder tomarse estos bloques de tiempo para cumplir tareas de cuidado de su hogar sin el temor de esto lo aleje de la posibilidad de ascender o le reste méritos a su trabajo frente a sus jefes.
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