IDEAS
Las empresas invierten más en el Congreso que los peruanos
Con los bajos niveles de popularidad, los numerosos escándalos de corrupción y dispendio de fondos en actividades o compras superfluas, lo último que probablemente la mayoría de ciudadanos desee para el presupuesto del Congreso es que se incremente. Por eso es que, por ejemplo, la iniciativa de la bicameralidad no tiene el respaldo que muchos expertos desearían, a pesar de que están claros los impactos positivos que una instancia de mayor reflexión legislativa podrían tener para el país.
Sin embargo, hay un hecho que justificaría repensar si realmente deseamos invertir menos en el Parlamento: las empresas pueden estar invirtiendo más en influir en el Parlamento que los propios ciudadanos. Y esto, puede terminar afectando los intereses de la mayoría de la población.
En su libro titulado The Business of America is Lobbying, Lee Drutman señalan que mientras las empresas dedican USD 2.6 mil millones en hacer lobby, el costo de financiar a las dos cámaras legislativas en Estados Unidos apenar llega a los USD 2 mil millones.
Para Drutman, el hecho de que las empresas gasten más dinero para influir sobre la legislación que el que se invierte para contar con un Parlamento bien informado y equipado es peligroso por las siguientes dos razones.
En primer lugar, porque el hecho de que los lobbistas manejen presupuestos más altos puede derivar en que la actividad legislativa de un país se le termine tercerizando a ellos. Y con esto, evidentemente, no podría garantizarse que los intereses de la población estén adecuadamente considerados. Actualmente, en Estados Unidos, se estima que los lobbistas están más y mejor informados que los mismos congresistas y sus equipos. Como resultado de ello, les resulta sencillo persuadirlos para orientar su legislación de manera que favorezca sus intereses. En algunos casos, al igual que lo que ocurre en el Perú, son las mismas empresas las que elaboran las piezas legislativas que terminan impulsando algunos parlamentarios.
En segundo lugar, porque el hecho de que los lobbistas manejen presupuestos más altos constituye un elemento disuasivo para quienes trabajan en el Congreso que los hace tener una actitud flexible de cara a potenciales empleadores futuros. Según el Center for Responsive Politics, más de la mitad de los miembros del Congreso que dejaron sus cargos después de 2010, actualmente se desempeñan como lobbistas o realizan funciones afines con este oficio. Peor aún, para algunos ex parlamentarios de Estados Unidos, haber trabajado en el Congreso para muchos legisladores es solo un paso intermedio en su carrera hacia una posición más lucrativa: la de lobbista.
En Perú, el presupuesto del Congreso supera los USD 150 millones anuales. Este monto es muy alto para el uso que se le da a los fondos actualmente y los resultados que producen pero probablemente sea muy bajo para el gasto que se requeriría para financiar un Parlamento bien informado y preparado para manejar adecuadamente las presiones del lobby legislativo. Un buen destino de mayores fondos sería un centro de investigación que mantenga informado a todos los congresistas y sus equipos precisamente sobre los temas respecto de los cuales las presiones del lobby empresarial son mayores. Otro buen destindo sería contar con una unidad que se encargue de identificar las piezas legislativas que requieren ser eliminadas por haber caído en desuso, por ser irrelevantes o por añadir costos innecesario al accionar de los ciudadanos y las empresas privadas. Así que piénsalo bien. Quizás en lugar de recortarle el presupuesto, valga la pena invertir un poco más en tener un mejor Congreso.
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