NÚMEROS
La actitud influye las contrataciones tanto como la inteligencia
Solo para hacer un ejercicio, olvidémonos por un rato del management fad conocido como inteligencia emocional (EI) y concentrémonos en lo que siempre fue conocido simplemente como inteligencia. Ahora que no nos distraen los millones de dólares que mueve la industria construida alrededor de la EI, el sentido común nos dice que las empresas inteligentes se beneficiarían al contratar empleados inteligentes. Si partimos de esa premisa, podríamos llegar a la conclusión de que a las empresas les conviene contratar personas inteligentes y que, por lo tanto, los más inteligentes tendrán más probabilidades de conseguir un trabajo inteligente. Evidentemente, a un candidato le convendría mostrar en su CV cuán inteligente es.
Sin embargo, en el mundo real las cosas no son tan sencillas. En la sociedad no hay ley de transitividad ni propiedad conmutativa. Es evidente que una persona en búsqueda de trabajo no puede basarse solo en la inteligencia tradicional como parte de su estrategia. Precisamente la EI surgió como respuesta al abuso del coeficiente intelectual (IQ) como métrica de interés para el mundo laboral. La industria construida alrededor del IQ es más antigua que la del EI en su búsqueda por la genialidad e incluye hasta líneas de suplementos nutricionales y videojuegos.
Un artículo en FastCompany nos recuerda que el tener el IQ de un genio no necesariamente implica que la persona tendrá éxito en el mercado laboral, sino que incluso podría serle perjudicial (a menos que su trabajo esté basado exclusivamente en su IQ, lo cual es poco probable). Según dicho artículo, ser parte de Mensa (el exclusivo grupo de genios con IQ entre 132 y 140) no es algo que los reclutadores valoren en un candidato. Por ejemplo, algunos reclutadores consideran que colocar la pertenencia a Mensa en el CV implica que la persona se preocupa demasiado por que otras personas lo vean como alguien inteligente. Otros reclutadores consideran que esos genios tendrán problemas para adaptarse a la cultura de la organización.
En lugar de desvivirse por ser los más inteligentes, los especialistas en EI como Travis Bradberry sugieren que para el éxito es más importante la actitud que el IQ. Dado que el IQ es prácticamente nato, aquellos con una mejor actitud hacia el fracaso se esforzarán más en búsqueda del éxito, aceptando desafíos y tratándolos como oportunidades para aprender. Sin embargo, no debemos olvidar qué es lo que ocurre cuando somos 100% inteligencia y 0% actitud, y debemos pensar también en el recíproco. Adopta 100% actitud y 0% inteligencia, y tendrás un carismático equipo de incompetentes.
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