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La clase media y la Primavera Árabe

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LOS INDICADORES MACROECONÓMICOS DE LOS PAÍSES EN LOS QUE SE GENERÓ LA PRIMAVERA ÁRABE NO GENERARON NINGUNA ALERTA PREVIA.
27 de octubre de 2015
Red star
Por qué es importante
Se requieren cada vez mejores indicadores para medir el descontento social en un país.

Más de una vez hemos escuchado a nuestros gobernantes señalar que América Latina no es la región con el mayor número o porcentaje de pobres, pero sí es la que tiene la desigualdad de ingresos más marcada.

Un reciente reporte denominado La mayor desigualdad del mundo del Fondo Monetario Internacional, volvía a plantear las preguntas de cómo disminuirla y cuál es la principal amenaza para que no se reduzca. De acuerdo con el documento, la desigualdad se disminuye de forma sostenible con más y mejor educación y una distribución más equitativa del ingreso laboral. Y la principal amenaza para que no disminuya es el menor crecimiento que afecta la demanda de trabajadores calificados y los presupuestos de gasto público.

De lo que no dice nada este documento es de lo que puede incubar la desigualdad en una sociedad y cómo las cifras sobre la salud de las economías pueden llevar a diagnósticos fallidos. Precisamente por eso resulta importante la contribución del estudio Inequality, uprisings, and conflict in the Arab World del Banco Mundial, que da cuenta del tipo de problemas sociales que pueden llegar a incubarse a partir del incremento de la desigualdad.

Si bien, este último no analiza el caso de América Latina, al tratar de entender los conflictos que se generaron en la Primavera Árabe de 2011, señala que los datos macroeconómicos, que son los que suelen guiar el análisis de economías como la peruana, fueron insuficientes para anticipar o explicar lo que ocurrió.

La región venía de crecer a un ritmo suficiente como para empezar a reducir pobreza y compartir prosperidad. Sin embargo, eso fue insuficiente para evitar que millones de personas salieran a las calles en el Oriente Medio y el Norte de África pidiendo cambios.

El Banco Mundial señala que al mismo tiempo que las cifras económicas reflejaban mejoras, se habría estado incubando una sensación de mayor desigualdad económica, caída en bienestar subjetivo y de agitación social. En particular, la clase media se sentía frustrada por su nivel de calidad de vida debido a la falta de oportunidades de empleo en el sector formal, la calidad de los servicios y los problemas de rendición de cuentas del gobierno.

Nadie había advertido, por ejemplo, que en los rankings de felicidad en 2010, países como Siria, Libia, Túnez, Egipto y Yemen, aparecían como los menos felices. La gente estaba insatisfecha con las bajas posibilidades de acceso a la vivienda, el déficit y caos en el transporte público, la baja calidad de la atención médica y la disponibilidad de acceso a empleos de calidad.

De acuerdo a este nuevo reporte, uno de los factores cruciales que estuvo detrás de los levantamientos fue la desigualdad de ingresos, pero las estadísticas puras y duras  sobre ingresos no eran capaces de explicar bien lo que ocurrió. Por eso, incluso se plantea que el problema fue la disparidad de riqueza que es más compleja calcular.

La reflexión que se puede extraer de esta dificultad para explicar por qué los números del Banco Mundial no pudieron predecir los conflictos de la Primavera a Árabe es que hay que tener cuidado con la caída del bienestar subjetivo, porque puede ser caldo de cultivo de conflictos sociales, si se le combina con problemas de acceso a recursos y servicios.