NÚMEROS
Empatía y autocontrol para combatir la delincuencia
El incremento de la criminalidad en los países de América Latina no es una novedad. Lo que también está dejando de serlo es que los delincuentes empiecen cada vez más jóvenes a mostrar poco aprecio por la vida de los demás y de la suya propia. Hoy en día, los noticieron están llenos de denuncias sobre jóvenes que han participado del asesinato de sus parejas, que son sicarios de bandas organizadas, que forman parte de bandas de extorsionadores o que realizan robos agravados con armas de largo alcance.
¿Qué puede explicar que jóvenes que empiezan sus vidas opten por comportamientos tan agresivos que los llevarán a terminar en un penal?
Un estudio denominado Fast Track de la Universidad de Duke de 1990 llegó a la conclusión que la falta de enseñanza de habilidades blandas como el autocontrol y habilidades sociales era lo que podría incrementar el riesgo de que los niños estén más cerca de un penal que de una Universidad.
En dicha oportunidad, los investigadores dividieron a los estudiantes de primero a décimo grado en dos grupos, a uno de los cuales se les estableció un plan de estudios monitoreado por un maestro, tutoría, formación de padres y demás para transmitirles la importancia del autocontrol y las habilidades sociales. El resultado mostró que los estudiantes intervenidos redujeron sus tasas de delincuencia y detenciones, así como el uso de los servicios de salud mental.
Recientemente, los hallazgos de esta experiencia fueron revisados nuevamente en el estudio Impact of Early Intervention on Psychopathology, Crime, and Well-Being at Age 25 y confirmaron que la tercera parte del impacto sobre la reducción de la criminalidad del estudio de los noventa fue como resultado de las habilidades sociales y de autocontrol que fueron transmitidas a los niños de 6 a 11 años.
Esto significa que el hecho de enseñarles a los chicos a trabajar cooperativamente, a mostrar empatía con sus pares, a reflexionar sobre las consecuencias de sus decisiones y a tener autocontrol de sus emociones, fueron determinantes en la vida de los niños como personas de bien.
La lucha contra la criminalidad, entonces, tiene que empezar a edad temprana, cuando tenemos la oportunidad de afectar positivamente la vida de los más jóvenes, invirtiendo en programas que promuevan esas habilidades sociales que hacen falta para que más tarde sean capaces de apreciar la vida de los demás porque forman parte de su propia comunidad.
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