HISTORIAS
Tonlé: ropa ética para el mundo
Cuando Rachel Faller, se graduó en Fibras en el Baltimore´s Maryland Institute College of Art, ahora de 29 años, todavía no imaginaba que su futuro estaba en las fábricas de confecciones en Phnom Penh de Camboya, liderando un proyecto de producción limpia basado en la generación de cero residuos.
Su fábrica se llama Tonlé que significa río, movimiento o crecimiento en una industria que tiene una cara amable porque todos los días desafía la creatividad, y otra, despreciable, porque para ella, la industria textil y confecciones es la segunda más contaminante del mundo.
Según señala en una estupenda nota de Cayte Bosler en Unreasonable, en China esta industria ha contaminado el 70% de las vías fluviales con tintes tóxicos y productos químicos, además de las emisiones de CO2 con las que contaminan el aire. Además, la mitad de los textiles del mundo están hechos de petróleo que si termina en los rellenos sanitarios, incrementa el daño que genera.
Si bien Faller es consciente de todos esos daños que genera esta industria, su aporte ha sido tratar de reducir la cantidad de residuos que se generan en el proceso productivo, con el fin de reducir las emisiones de CO2 que genera su eliminación, así como el uso del agua.
En un principio quiso trabajar con algodón orgánico pero no encontró una fuente de aprovisionamiento sostenible y optó por trabajar con los residuos que generan las industrias del sector, a partir de los cuales luego de convertirlos en hilo, elabora bolsos, bufandas, joyas y otros diseños.
Tiene un equipo de 40 trabajadores que la ayudan a ordenar los restos de tela por color, muchos de ellos se convierten en hilo que sirve para producir nuevas cosas, las cuales son firmadas por cada uno de los trabajadores que las elaboran bajo el paraguas de las marca.
Gracias a esta iniciativa, según señala Faller, se evita que 11 toneladas de residuos vayan a parar al vertedero para ser quemados y que se emitan 77 toneladas de carbono a la atmósfera o se tenga que usar 46 millones de galones de agua.
Por ahora, vende en línea y en cuatro tiendas en Camboya pero quiere expandirse hacia los EE.UU. con su marca de ropa ética.
Faller, además de empresaria, responsable con el medio ambiente y preocupada por la comunidad donde funciona su empresa, es una apasionada de la justicia social, para quien sus héroes son sus trabajadores.
Necesitamos más Faller en el mundo, para que hagan la diferencia.
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