IDEAS
La receta para que avancen los proyectos de inversión
Los problemas que tiene una comunidad para aceptar la instalación de antenas de telefonía, un proyecto hotelero y hasta proyectos mineros, son los mismos que sufren otros países como los Estados Unidos para lograr el respaldo de la población a la instalación de una refinería, un conjunto residencial, un centro comercial, un casino o una planta de residuos.
Cuando eso sucede, ya sea por razones económicas, ideológicas, ambientales, sociales o morales de quienes se oponen a los nuevos usos del suelo, el resultado es que los opositores realizan tantos esfuerzos para detenerlos como los impulsores para que se aprueben.
En ese tira y afloja, todos pierden y el proyecto no sale adelante. Por ello, la forma en la que los gestores de los proyectos evitan llegar a situaciones de rechazo es fundamental y la estrategia que está resultando más asertiva es construir primero el apoyo público a nivel de las bases.
En Estados Unidos, el 76% de la población prefiere que no se construya nada nuevo en sus comunidades y ese grupo está conformado por gente con la suficiente influencia para evitar que lo hagan. Esto resulta totalmente comprensible si se tiene en cuenta el ruido, el polvo, la congestión vial, y otros problemas que se suelen asociar a las obras de construcción. Sin ir muy lejos, cerca a lo que será el Centro de Convenciones en San Borja, en Lima, Perú, ahora se trabaja las 24 horas al día; y, aunque los vecinos no han conseguido paralizar las obras porque de ellas depende la próxima reunión del Fondo Monetario y el Banco Mundial en Lima, sí han logrado que al menos se guarden ciertas normas de seguridad en las obras.
En un mundo, donde los tiempos cuentan y los retrasos tienen sanciones que cuestan dinero, la licencia social que da la población cada vez adquiere mayor importancia.
En este sentido, una propuesta interesante es la de P. Michael Saint en el Harvard Business Review, que plantea que la nueva tendencia en el manejo de los proyectos es gestionarlos como las campañas de los políticos en tiempo de elecciones, es decir, comprende incluir procesos para identificar, educar, organizar y movilizar a los “partidarios” del proyecto.
Se trata de tener la habilidad para comunicar los proyectos usando todo tipo de instrumentos que incluyen las reuniones individuales, las redes sociales, sitios web, correos electrónicos personalizados, y al final las audiencias públicas, con el fin de explicar los planes y evitar que los vecinos firmen algún documento que los ponga tras la línea de los opositores. Si esto sucede, difícilmente se dará marcha atrás.
¿Por qué se deben dejar las audiencias públicas para el final? Si bien los instrumentos que permiten llegar individualmente a los vecinos pueden ser más costosos en tiempo y trabajo, convocar a una reunión conjunta puede dar lugar a que los opositores se muestren sumamente agresivos e intimiden a los otros de hablar a favor del proyecto.
Una de las claves importantes en estos procesos será la oportunidad con la que se llega con el mensaje que explica el proyecto. No puede ocurrir que las autoridades locales o los vecinos conozcan sobre los nuevos proyectos por los medios de comunicación o por quienes se conoce que se van a oponer al mismo.
Y aún así habrán temas en los que no habrá posibilidad de llegar a un consenso y para ellos será fundamental que los gestores de los proyectos tengan una buena disposición para plantear acciones de mitigación de aquello que no pueden resolver.
Una vez que se conoce a los vecinos en función de distintos criterios, si podrán trabajar en las obras, si podrán ser proveedores, si se beneficiarán directamente de la nueva infraestructura, o si serán los mayores afectados, entonces podrá saber mejor cómo llegar a ellos.
¿Cree que si se hubiera hecho algo similar con el proyecto Tía María, los resultados hoy día, serían diferentes?
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