IDEAS
Los chismes, ¿ayudan o destruyen?
Es difícil que alguien se haya puesto a calcular qué porcentaje de la conversación de dos personas es chisme, pero los investigadores lo han hecho y han llegado a la conclusión que aproximadamente el 60% de una conversación implica alguna forma de chismorreo, según un artículo de Tania Lombrozo, psicóloga y profesora de la Universidad de California, Berkeley, titulado Why Do We Gossip?.
Las personas empleamos el chisme como una manera de mantener y crear relaciones entre nosotros. Esto significa que además de transmitir información acerca del comportamiento ajeno, a partir de lo cual se forma una reputación de la persona sobre la cual se habla, muchas veces opera como una forma de cooperación social, por medio de la cual aquel que recibe la información es capaz de tomar decisiones también frente al objeto del chisme.
A este tipo de rumor se le conoce como “Chisme prosocial” e implica la difusión de opiniones negativas sobre un individuo en particular con la intención de prevenir a otra persona. Por ejemplo, si una chica es invitada a salir por alguien y un amigo le dice que esa persona tiende a jugar con los sentimientos de los demás, la intención es advertir a la chica de los malos comportamientos de su pretendiente; en otras palabras, se trata de un chisme prosocial.
Jan Engelman, Esther Herrmann y Michael Tomasello, investigadores del Max Planck Institute of Evolutionary Anthropology (Alemania) realizaron un estudio para descubrir a qué edad las personas empezamos a hacer uso del chisme prosocial analizando a niños de tres y cinco años. Los niños debían recolectar tokens, los cuales posteriormente podían ser intercambiados por regalos. La dinámica implicaba que los niños en cierto punto debían compartir lo que tenían, de manera que se propiciara la oportunidad para un comportamiento egoísta de su parte. En principio jugaban en parejas y uno de ellos siempre era más egoísta que el otro. Eventualmente un nuevo niño era integrado al juego.
En el caso de los niños de tres años, aquel que había sido más generoso advertía al nuevo integrante que era mejor no jugar con su compañero; sin embargo, no ofrecía explicaciones. En cambio, los niños de cinco años sí eran capaces de explicar las razones de su recomendación alrededor del 50% de las veces. Es decir, practicaban el chisme prosocial.
No obstante, cabe resaltar que, a pesar de su importancia en la construcción de relaciones sociales, el uso altruista de los chismes es escaso. Es innegable que, en la mayoría de los casos, la causa de un chisme se encuentra lamentablemente en motivaciones mucho más básicas como la envidia o el simple morbo y gusto por hablar sobre los demás.
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