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La naturaleza que ya no existe
En las sociedades desarrolladas, los niños crecen principalmente en zonas urbanas, por lo que durante sus vacaciones, los padres buscan granjas escuelas o campamentos en el verano para que los niños estén más cerca de la naturaleza.
Lo que pocos saben es que ese contacto con la naturaleza virgen o prístina ya casi no es posible tenerlo, porque ya casi no existe esa clase de naturaleza. Eso significa que es difícil que alguien pueda describir cómo era esta antes que el hombre le pusiera sus manos encima.
Precisamente, de eso trata un reciente artículo de The New Yorker titulado “There’s no such thing as pristine nature”, que señala que ya no hay más lo que podría llamarse una naturaleza prístina.
Y es que la creencia que el hombre ha modificado la naturaleza desde la época industrial es algo equivocado, sino que lo hemos venido haciendo desde que habitamos la tierra, aunque ciertamente, los cambios de ese entonces no eran tan masivos como los de hoy en día, pero eran cambios al fin y al cabo.
Cosas como transportar animales de una isla a otra, incendiar bosques para armar campos de cultivo o cultivar semillas en nuevos lugares, eran prácticas comunes de la edad antigua. Nuestros antepasados introdujeron animales como chanchos, gallinas y perros a hábitats de todo tipo. Hicieron lo mismo con cosechas como trigo y palta. Sin embargo, estos movimientos no naturales significaron también la aparición de bacterias como el Heliobacter pylori, entre otros.
Sin embargo, Nicole Boivin, directora del Instituto Max Planck de Ciencia de la Historia Humana, afirma que lo que hacemos hoy día sobrepasa todos los límites de los cambios realizados en el pasado. El hecho que la naturaleza prístina no exista ha generado un caluroso debate respecto a si se debería conservar la naturaleza de los humanos, o para los humanos. Esto se debe a que si hemos cambiado el planeta desde siempre con resultados positivos y negativos, ¿Por qué detenernos ahora?
Boivin afirma que podemos, y debemos aprender del pasado, y estudiar cómo los cambios hechos por nuestros antepasados determinan la forma en que vivimos hoy en día, y si eso nos ayudaría a, entre otras cosas, aprender a controlar o dosificar los cambios de la actualidad.
Todo un desafío si es que queremos conservar algo de naturaleza en su más estricto “estado natural” para las generaciones futuras.
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