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El dilema de la cirugía estética
Un reciente artículo de New York Times, titulado Aging and My Beauty Dilemma de Debora Spar, presidenta del Barnard College, hace toda una reflexión sobre algo que ya es una realidad, el boom de la industria de la cirugía plástica.
Spar empieza admitiendo que hay dos tipos de personas que acuden a las cirugías plásticas. Las que buscan resolver un problema médico o al menos psicológico, y otras que acuden a estas para detener procesos naturales.
En el primer caso, donde ella misma se sitúa porque se sometió a una reducción de mama cuando tenía 21 años, lo que buscaba era evitar sentir que ningún hombre la podía mirar a los ojos sino que el 100% de estos fijaban la mirada sobre su busto. Para ella, la cirugía fue una manera de resolver un problema que la estaba afectando psicológicamente. En este grupo se incluiría a cualquier persona que buscara resolver problemas similares, por quemaduras o causadas por cirugías de otra naturaleza.
En el segundo grupo, están todas aquellas personas para las cuales el envejecimiento es un problema y no un proceso natural. Spar se opone ideológicamente a intervenir con cirugía en estos casos. Sin embargo, también reconoce que hay un poco de hipocresía incluso de ella misma, porque ella al igual que millones de mujeres se tiñen el cabello, y otras tantas usan Botox aunque no lo confiesen abiertamente.
Y los hombres no están ajenos a este tipo de prácticas con los tratamientos para la alopecia o la abdominoplastia, entre otras intervenciones con las que también luchan contra la edad.
El problema, según Spar, es que en algunos círculos profesionales o segmentos sociales, recurrir a la cirugía plástica se ha convertido en algo normal.
Basta con observar a los artistas, los políticos y las mujeres de los segmentos sociales más altos de cualquier sociedad. Del dicho de que no hay mujer fea sino sin plata, se está pasando al de no hay persona vieja sino solo las que no tienen plata, porque hoy en día, hay solución para casi cualquier arruga, caída de párpados, flacidez del rostro, entre otros.
Es como si la nueva norma de apariencia fuera ya no ir bien vestido y con las uñas cuidadas, sino estar sin arrugas.
Así que es probable que todos en algún momento de nuestra vida pasemos por un dilema similar y tendremos que tomar una decisión de recurrir o no a tratamientos invasivos para detener el tiempo. Lo que hay que saber es que no hay vuelta atrás, tendremos que vivir con eso y aprender a admitirlo.
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