IDEAS
No hay mentira piadosa: son mentiras al fin
Mentir es un acto que va perdiendo valor moral mientras la persona crece y toma un rumbo de vida. De pequeños, los seres humanos reciben una educación moral, en la que suele estar incluida la lección que mentir es malo. Sin embargo, cuando se aprende la capacidad de medir costos y oportunidades, la forma en la que se percibe la mentira, cambia.
Esto se debe en parte porque se desarrolla la capacidad de medir cuánto se gana diciendo la verdad, para luego contrastarse con cuánto se gana si es que se miente. Este proceso – que dura milésimas de segundos- se encuentra presente en gran parte de las interacciones humanas. Sin embargo, que sea un área gris en la moralidad de quién miente no significa que quién recibe la mentira piense lo mismo, afirma el artículo de ZME Science, titulado “Telling truthful lies is a distinct type of deception and it can be just as harsh as blatant lies”.
La mentira en sí no presenta mayor problema hasta que es descubierta. Es en este punto que se hiere la confianza de quién la creyó. Existe, por otra parte, una forma más “piadosa” de mentir, la cual consiste en decir la verdad de una forma engañosa. Por ejemplo, afirmar que, actualmente, uno no está consumiendo drogas cuando se dejó de consumir hace meses. Esencialmente, se está diciendo la verdad: ya no se está consumiendo drogas. Sin embargo, en algún momento sí lo hizo y pareciera que se está negando esto totalmente.
Esta es una técnica que los negociadores suelen utilizar. Se dicen verdades que ocultan una mentira. Muchos de los entrevistados en un estudio afirmaron haber actuado de esta forma debido a que, en su cabeza, sus acciones eran más morales que si se decía una mentira de forma directa. Sin embargo, para quienes la recibieron no existe mayor diferencia.
En ambos casos se miente, pero en el caso de las mentiras piadosas, esta se maquilla para hacer parecer que no existe. Pero, en el caso de los negociadores, quienes se enteraron del uso de mentiras piadosas en un proceso de negociación se sintieron igual de traicionados que al recibir una mentira directa. Las consecuencias fueron, además, las mismas: pocas personas querían volver a negociar con las personas que habían mentido.
En otras palabras, sin importar qué tanto se maquille una mentira y se oculte para que parezca verdad, las consecuencias de su descubrimiento son las mismas. Por tanto, no existe una “mejor forma de mentir”, esta siempre es percibida de la misma manera.
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