IDEAS
El peor de todos los egos
El ego debe ser uno de las características que más niegan los gerentes y directores de una empresa. Increiblemente, precisamente las personas que uno estimaría tienen un ego más grande, son aquellas que niegan incluso tener uno. Esta negación es, por supuesto, ridícula pues para nadie debe ser un misterio que en la vida diaria casi todo—si es que no es todo—se relaciona con el ego.
Y este no es un asunto de percepciones. Los estudios científicos sobre el ego señalan lo siguiente:
- En primer lugar, una persona generalmente tiende a sobreestimar el rol que juega en un equipo o una empresa. Cuando los psicólogos de la Universidad de Harvard y Chicago le pidieron a profesores y académicos, que habían escrito publicaciones científicas conjuntamente con otros colegas, estimar el porcentaje de su participación en la publicación, la suma del total de las respuestas alcanzó el 140%. Este resultado indica que todos los participantes en el estudio sobreestimaban su participación o mérito en el resultado final. Es decir, el ego es responsable de que pensemos que somos más importantes de lo que realmente somos.
- En segundo lugar, todas las personas adoran hablar de sí mismos, tal como lo prueban los estudios de psicólogos de la Universidad de Harvard. En un experimento muy conocido, los participantes debían elegir entre dar su opinión a cambio de una pequeña recompensa financiera o, por un pago mayor, responder las preguntas de otra persona. ¿Qué crees que pasó? La mayoría de personas estaba dispuesta a recibir un pago menor a cambio de poder hablar de su tema favorito: ellos mismos.
Controlar el propio ego es una tarea sumamente difícil pero ya en esta nota tienes dos tips que te pueden ayudar a ello: no sobreestimes tu rol en las cosas que haces y escucha más de los demás antes que hablar de ti mismo.
Sin embargo, controlar el ego propio no es suficiente. Muchas veces, como parte de nuestro trabajo, tenemos que lidiar con el ego de los demás. Para hacerlo con éxito, es importante tener en cuenta que, si bien es inevitable que el ego crezca con la edad y el éxito, este no siempre es visible. Y es precisamente el ego que no es visible el que resulta más peligroso y dañino para un equipo de trabajo. La razón es muy simple: cuando el ego de una persona, por más grande que sea, es visible, para el resto de un equipo esta situación es agotadora pero posible de manejar. El problema surge cuando una persona que aparentemente no tiene ningún problema de ego comienza a sobrereaccionar con sus compañeros de manera sorpresiva frente a hechos que de otro modo no tendrían importancia. El ego escondido es el peor de todos. Lo mejor que puede hacer para su salud mental y la de los demás no es negar su ego sino aceptarlo y controlarlo.
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