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¿Una embajada estadounidense en Jerusalén?
Las declaraciones de Donald Trump refiriéndose a cambiar la residencia de la embajada estadounidense en Israel han causado una gran controversia en la comunidad internacional. Esto se debe a que el presidente estaría evaluando colocar la embajada de los EE.UU. en Jerusalén, dejando su antigua sede en Tel Aviv.
Para quienes se encuentren ajenos al conflicto entre Israel y Palestina, la decisión de Trump no debería tener una mayor importancia. Sin embargo, lo cierto es que si se llega a cumplir, esto podría traer consecuencias negativas, como una nueva guerra entre ambos países o cuando menos, nuevos conflictos diplomáticos. Para comprender el porqué de esto, Bloomberg ha desarrollado un artículo, titulado “Why U.S. Embassy Move to Jerusalem Is So Fraught: QuickTake Q&A”, sobre el que se inspira esta nota.
El conflicto que esta decisión puede generar debe ser comprendido desde el punto de vista de los israelitas, los palestinos y la comunidad internacional. Para Israel, su capital es Jerusalén. Sin embargo, ni Palestina ni el resto de los países del mundo aceptan esto como cierto. Jerusalén se encuentra en territorio israelí desde que el país la ganó en la guerra con Palestina. Sin embargo, la comunidad internacional ve al territorio como una zona en disputa, es decir, que no pertenece a ninguno de los dos países.
Pero, ¿a quién le pertenece?
Jerusalén es una ciudad sumamente importante para las tres principales religiones monoteístas del mundo. Como se sabe, posee lugares relevantes para los cristianos, judíos y musulmanes. El Vaticano llegó incluso a sugerir que sea nombrado como zona neutral, de forma que pueda ser aprovechada por todos de forma igualitaria. Sin embargo, países como Estados Unidos y Rusia, concentrados en resolver el conflicto palestino-israelí, han determinado que ambos países son los que deben decidir a quién le pertenece, o cómo dividen el territorio.
En resumen, se tiene un territorio sin un dueño determinado, pero que Israel reclama como propio. Por otra parte, tanto la comunidad internacional como Palestina no reconoce esto como verdadero. Es más, ninguno de los países del mundo tiene su embajada en Jerusalén. Esto se debe a que, si es que los representantes de los distintos países tomaran residencia en dicha ciudad, se estaría aceptando y legitimando la soberanía de Israel sobre Jerusalén.
Con esto en mente, no resulta extraño que presidentes como Clinton y Bush hayan tenido la misma idea que Trump, de mover la embajada a Jerusalén, solo para dar marcha atrás posteriormente, ante la presión de las naciones árabes y el resto de países. Por tanto, la decisión que tome el nuevo presidente estadounidense podría mantener la situación como está, o desatar un nuevo conflicto por la soberanía de la ciudad.
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