IDEAS
La necesidad de los hechos en el pensamiento humano
Los últimos meses han estado marcados por diferentes eventos. Sin embargo, una de las cosas más comentadas ha sido las distintas manifestaciones del mal uso de hechos, o la ignorancia completa de ellos. Uno de los ejemplos más recientes fue el comentario de Kellyanne Conway, consejera del presidente estadounidense, sobre los llamados “hechos alternativos”.
Abordar este tema es difícil por su complejidad, pero para comprenderlo es vital entender un punto: no pueden existir dos versiones de un mismo hecho, pero sí distintas interpretaciones. El problema, con esto en mente, es que los seres humanos somos sumamente tercos al momento de admitir un error y cambiar nuestra interpretación, incluso cuando no hay pruebas que apoyen lo que uno cree, afirma el artículo de The New Yorker, titulado “Why facts don't change our minds”, sobre el que se inspira esta nota.
Para muchos expertos, lo que nos diferencia del resto de las especies en el planeta es nuestra capacidad de razonar. Pero, ¿de qué nos sirve esta habilidad si es que somos incapaces de utilizarla correctamente? En distintos experimentos desarrollados a lo largo de los años, distintos investigadores se han concentrado en lo mismo: hacer creer a los participantes que tienen la razón gracias a ciertas pruebas dadas por los investigadores; proceder a informarles que las pruebas son inventadas (por tanto, no existe nada que apoye su creencia); y luego preguntarles a los participantes si es que creen que aún tienen razón. En todos los casos, la gran mayoría de quienes participan siguen creyendo que tienen razón, aun cuando saben que no hay nada que lo sustente.
Esta información ha llevado a distintos expertos a preguntarse por qué se produce este fenómeno. A partir de este cuestionamiento, muchos han llegado a la conclusión que el factor social está sumamente involucrado. Desde hace años, el ser humano se ha dedicado a utilizar el conocimiento de otros para su propio beneficio. Por ejemplo, alguien inventó el inodoro para que sea sencillo de utilizar, pero muy pocos saben cómo realmente funciona. Sin embargo, estudios han encontrado que cuando se les pregunta a personas sobre cómo funciona un inodoro, muchos creen saber la respuesta, aunque no sepan absolutamente nada, es decir, debido a que alguien más ha proporcionado un conocimiento, los seres humanos creen que, por extensión, ellos también lo manejan a la perfección.
El artículo de The New Yorker traduce el ejemplo del inodoro a algo sucedido poco después que Rusia anexó a Crimea a su territorio. Se les preguntó a distintas personas si creían que Estados Unidos debía intervenir militarmente, y si, además, podían señalar a Crimea en el mapa. Resultó que, mientras más errada era la señalización de la posición del territorio, mayor su tesis de que EE.UU. intervenga.
Con esto en mente, el principio puede ser aplicado a muchísimos casos recientes. Pero, lo que debería generar en los humanos es una sensación de temor. En un mundo donde las personas crean en algo firmemente, incluso sin los hechos o la evidencia que apoye su pensamiento, ¿cómo es posible el progreso? Es vital el rol de la educación en este problema, enseñar a las nuevas generaciones a pensar y razonar a partir de la evidencia debería ser una meta para todos los países del mundo.
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