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Que tu hijo use la tecnología no significa que sepa aprovecharla
Un estudio que analiza el uso que hacen los estudiantes de la tecnología, aplicado a aproximadamente 60 mil estudiantes de 13 años en 18 países del mundo más dos regiones de Argentina y Canadá, encontró que solo el 2% de los estudiantes del mundo desarrollado son capaces de seleccionar en Internet las informaciones relevantes de las que no lo son. Es decir, solo 2 de cada 100 alumnos poseen el pensamiento crítico que los hace capaces de distinguir la paja del trigo. El país que tiene más alumnos que posee pensamiento crítico es Corea del Sur (5%), seguido de Australia (4%) y la República Checa (3%).
El estudio, realizado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA), hace una distinción muy clara: una cosa es que tu niño sepa usar un soporte digiltal para jugar, navegar internet o enviar mensajes; y otra muy distinta es que tenga las competencias digitales necesarias para poder sacarle el jugo a la tecnología.
De hecho, el estudio encontró que el uso de la tecnología es bastante extendido: muy pocos son los estudiantes (17%) que tienen un nivel bajo de competencias tecnológicas (por ejemplo, que sepan solo abrir un link o identificar qué otras personas están recibiendo el mismo correo que ellos). En un siguiente nivel, están los que son capaces de utilizar los buscadores e insertar la información que encuentran en una hoja de cálculo (23%). En un nivel más avanzado todavía están los que pueden encontrar todo lo que quieren, con relativa facilidad (38%).
Sin embargo, tal como se señaló anteriormente, solo 2% son capaces de distinguir las piezas de información más relevante. Los hallazgos de este estudio, aunque Perú no formó parte de la muestra (Chile y Argentina sí participaron), deberían ser analizados como parte del debate respecto de si la publicidad que se canaliza hacia los niños y jóvenes debe ser regulada o no; y respecto de si es conveniente o no regular el expendio de ciertos productos en la proximidad a los centros educativos a los que acuden menores de edad.
Quienes se oponen a cualquier tipo de regulación sobre la publicidad señalan que en la era digital un consumidor tiene acceso a suficiente información como para decidir por sí mismo si consume o no un producto. Y que, por ello, cualquier tipo de restricción a la venta o exigencia adicional de transparencia en el etiquetado, se trata de una violación a las libertades individuales que, además, introduce un sobrecosto innecesario a las empresas. El estudio mencionado le jala la alfombra a quienes defienden esta postura porque el punto de apoyo de esta es que un consumidor es capaz de reconocer las piezas de información relevantes (por ejemplo, separándolas de las piezas de información publicitarias) y analizarlas para tomar una decisión. Cuando este supuesto no se cumple, algunos expertos señalan que se justificaría una regulación. Esta, sin embargo, debería procurar generar la menor cantidad de distorsiones en las transacciones de la economía. Mientras tanto, tanto quienes están a favor de la regulación como quienes están en contra coinciden en que los esfuerzos por mejorar las competencias digitales de los niños deben redoblarse.
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