IDEAS
La Superintendencia Nacional de Migraciones y el futuro del Perú.
Si hay algo en lo que el gobierno de Perú ha sido exitoso es en hacer más fácil que los peruanos salgan del país. Los pasaportes ahora se obtienen en tiempo record. Pronto, no será necesaria obtener una visa Schengen para viajar a Europa. Es probable que en los próximos años, algo similar ocurra con Estados Unidos. Lo único que será necesario para entrar al viejo Contintente será un pasaporte biométrico. Cuando esto ocurra, los profesionales especializados de Perú tendrán la posibilidad de explorar más posibilidades de empleo en Europa. Cuando esto ocurra, las limitaciones del trabajo que está haciendo el Perú, por atraer talento y porque los trámites que realizan ante la Superintendencia Nacional de Migraciones para regularizar su situación sean simples y rápido, serán incluso más evidentes.
Pesadilla es la palabra que podría describir los trámites que un extranjero debe hacer ante la Superintendencia Nacional de Migraciones cuando debe obtener un carné de extranjería ya sea por haberse casado con un peruano o peruana o por tener un contrato de trabajo vigente. ¿Debería ser así? ¿Qué pasará si los peruanos más talentosos del país se van a países donde pueden obtener mayores ingresos y tienen más posiblidades de desarrollo profesional?
Un empresario de las tecnologías llamado Jonathan Barouch señalaba en la última edición del Australian Financial Review que los políticos deberían pensarlo dos veces antes de poner trabas a la migración hacia Australia y más bien deben facilitar los visados de ingenieros de sistemas y profesionales que demanda la industria de software de ese país.
Barouch, quien es CEO de la empresa Local Measure que realiza análisis basado en la localización, y que tiene su sede en Sydney pero con oficinas en Reino Unido y los EE.UU. advierte que si Australia quiere crear un ecosistema que permita el surgimiento de startup tecnológicas, es importante primero satisfacer la demanda de la contratación de la industria y la tecnología, más allá de todos los incentivos que pueda dar el gobierno.
Para él, Australia no solo no tiene actualmente suficientes graduados en ingeniería de sistemas para satisfacer la demanda de la contratación de la industria existente y de las nuevas startups, sino que incluso considera que podría tardar toda una generación en superar esas deficiencias en el sistema educativo.
Por eso, plantea que su gobierno facilite los visados de trabajo para todos aquellos ingenieros que hoy demanda Australia y no solo haga normas para dar incentivos para la innovación cuando las empresas no tienen a los cuadros capacitados para hacerla.
Algo similar debería plantearse en el marco de la Alianza del Pacífico y no solo para jóvenes de 18 a 30 años, sino para los profesionales que las economías (en general) y los ecosistemas de innovación (en particular) de los cuatro países requieren. Al menos hay que evaluar con la seriedad del caso cómo acceder al mejor talento para el éxito de las startup. Esto lo sabe muy bien Chile que incluso admite que en los programas de startup que reciben fondos de capital semilla, participen extranjeros.
No se tiene claro el tiempo que le tomaría a cada uno de los cuatro países alinear la oferta con la demanda de profesionales vinculados a la industria de la innovación, por lo que reducir las barreras de tránsito, al menos en el corto plazo, podría ser una alternativa.
Barouch que ha logrado importar talento de Silicon Valley para su equipo, destaca la importante transferencia de conocimiento y know how que se canaliza a sus empleados con estas incorporaciones que resultan muy valiosas incluso para formar culturas empresariales más globales.
Los países que estamos en proceso de promover la innovación y fortalecer los ecosistemas de la misma tenemos que mirar lo que está sucediendo a países como Australia, donde tienen mejor sistema educativo que el nuestro, y tienen problemas para contar con el talento adecuado para dicho propósito.
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