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Los desafíos de la Unión Europea como bloque
El 25 de marzo, la Unión Europea cumplió 60 años desde que los europeos firmaron el Tratado de Roma y plantaron la semilla que dio lugar al bloque. Este aniversario más que una celebración está sirviendo como una oportunidad para que sus miembros revisen qué ha fallado en los últimos años, porque a la luz de los hechos, todo indica que aun están lejos de consolidarse.
La mejor prueba es la separación del Reino Unido del club de países, que dejó a más de uno sorprendido ya que nadie se esperaba que los ingleses tomaran esta decisión. Sin embargo, ahora la cantidad de políticos que consideran que la decisión del Reino Unido fue la mejor está en aumento, y el grupo de países debe considerar otras opciones de estructura, afirma el artículo de The Economist, titulado “The future of the European Union”, sobre el cual se inspirta esta nota.
Para comenzar, el mundo parece estar pasando por un fenómeno similar.
Una cantidad considerable de personas, en su mayoría jóvenes, rechazan los modelos de gobierno que no han logrado reducir los niveles de desigualdad existentes. En el caso de Europa, aun cuando esta empieza a recuperarse de la crisis, las tasas de crecimiento aún son mínimas y eso no ha permitido reducir las altas tasas de desempleo.
Un fenómeno similar se presentó en Estados Unidos, lo que terminó desencadenando la victoria de Trump por razones similares. En Francia, se aproximan las elecciones, las cuales podrían colocar a Marine Le Pen al mando y en Alemania, hay incertidumbre sobre una nueva victoria de Angela Merkel.
Una mirada a las cosas que tienen en común los 27 países, permite advertir que en la práctica no todos están unido por algo en común. Hay 26 integrados en la unión bancaria, 21 que están en el espacio Schengen, 21 en la OTAN, 19 comparten el Euro como moneda y, eso sí todos participan de un mismo mercado. Claramente, es difícil tratar a todos de la misma forma.
Por ello, como plantea The Economist, citando a Edouard Balladur, el primer ministro de Francia en 1994, probablemente no sería mala idea organizar a la Unión Europea en círculos concéntricos, de forma que el grupo se mueva a distintas velocidades. El centro contendría a quienes comparten la moneda; el círculo de fuera a quienes pertenecen al grupo, pero no comparten la moneda; y el de afuera a países no miembros, pero con relaciones cercanas al grupo. De esta forma, lo que se buscaría es una cooperación mejorada, debido al orden mejor pensado de los países. Sin embargo, las ideas de flexibilizar la Unión Europea nunca fueron tomadas en consideración, y fueron olvidadas con el tiempo.
Todo parece indicar que estas ideas ahora vuelven a ponerse en vigencia como algunas de las formas alternativas de hacer las cosas, a fin de evitar nuevas separaciones.
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