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El coeficiente intelectual en la generación Z

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A fines del siglo XX el cambio de generación mostró un incremento en el coeficiente intelectual que se denominó efecto Flynn.
01 de noviembre de 2020
Red star
Por qué es importante
Las pantallas no sustituyen las interacciones intrafamiliares que son fundamentales para el desarrollo emocional y del lenguaje.

A finales del siglo XX se detectó una tendencia de incremento del cociente intelectual producto de los cambios de generación. A esta tendencia se le denominó efecto Flynn, acuñado por Richard Hernstein y Charles Murray en el libro The Bell Curve. Recientemente, esta tendencia ha comenzado a invertirse en varios países. La explicación que se le ha dado a esta situación tiene que ver con factores socioeconómicos,el sistema escolar, la nutrición, la salud, entre otros que podrían estar incidiendo en este coeficiente. Por ello, se analizó a los países en los que estos factores se han mantenido estables, con la esperanza que en estos se continúe observando el efecto Flynn. Sin embargo, los resultados no mostraron eso.

Los nativos digitales, término acuñado por el educador Marc Prensky y el cual hace referencia a las personas que han crecido con la red y el progreso tecnológico, son los primeros en los que este efecto ha disminuido, en comparación al de sus padres. En países como Noruega, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos, Francia, entre otros, se han obtenido reducciones importantes. (BBC, 2020)

Si bien no se puede señalar que el tiempo frente a los dispositivos es el único culpable, sí se ha demostrado que existe una relación del aumento del uso de la televisión o los videojuegos, con la reducción del coeficiente intelectual y el desarrollo cognitivo. ¿Por qué provocan esta disminución? La explicación es que la mayor exposición a la televisión y videojuegos va acompañada por la disminución de la calidad y cantidad de interacciones intrafamiliares (fundamentales para el desarrollo emocional y del lenguaje), por la interrupción del sueño, por la sobre estimulación de la atención que genera trastornos de aprendizaje y concentración y por el excesivo sedentarismo.

Esto significa que no todas las actividades alimentan la construcción del cerebro con la misma eficiencia. Aquellas relacionadas con la escuela, el trabajo intelectual, la lectura, la música, el arte, los deportes, entre otros, tienen un poder estructurador y nutritivo del cerebro mucho mayor que las pantallas recreativas.

Esto no implica que la revolución digital sea mala, siempre que el uso de dispositivos sea realmente beneficioso, educativo y enriquecedor. Para que esto sea así, cuando se ponga una pantalla en manos de un niño o de un adolescente, hay que asegurarse que no sea solo para usos recreativos.