PERSONAS
Siete sentidos: ¿cuáles son los que no conocemos?
Según la neurociencia, los seres humanos tenemos 7 y no 5 sentidos y lo que pocos sabemos es que los dos menos conocidos son más importantes que los 5 que todos dominamos, dice Nazareth Castellanos, profesora del Laboratorio Nirakara-Lab en la Universidad Complutense de Madrid en una entrevista de Alejandra Martins en la BBC Mundo.
Los dos sentidos que han sido identificados son la interocepción y la propiocepción. La interocepción es la información que llega al cerebro de lo que sucede en el organismo: corazón, respiración, estómago e intestino. Por su parte, la propiocepción es la información de cómo está mi cuerpo por fuera, la postura, los gestos y las sensaciones que experimenta.
Esto es muy importante porque cuando el cuerpo tiene una postura encorvada propia de estar triste, el cerebro activa mecanismos neuronales relacionados con tristeza: depresión, letargo, desgano, nostalgia. Por eso, hay que tener cuidado con los mensajes que enviamos al cerebro sobre cómo está nuestro cuerpo por fuera y por dentro.
Si bien hay estudios anteriores que señalaban que el cerebro tenía que saber cómo está todo el cuerpo, se pensaba que esa información era pasiva. Sin embargo, ahora, se considera que se trata de sentidos como el olfato o el gusto a los que el cerebro debe responder.
La parte del cerebro donde se recibe esa información se llama la corteza somatosensorial y esta le da más importancia a unas partes del cuerpo que a otras como la cara, las manos y la curvatura o postura. Esto significa que el número de neuronas dedicadas a cada parte del cuerpo no tiene que ver con el tamaño de esta sino con la importancia que tiene cada una para activar esa zona del cerebro. En esta línea, el cerebro le dedica más neuronas a un dedo meñique que está en la mano que a toda la espalda.
Algo similar ocurre con la cara. El cerebro da mucha importancia a la cara por lo que las personas que fruncen el ceño activamos una zona relacionada con la amígdala que por su ubicación tiene que ver con las emociones. Entonces cuando se produce una situación de estrés, la amígdala aumenta su tamaño y puede llevarnos a sobre reaccionar.
Para evitar eso, es mejor no fruncir el ceño para que la amígdala se mantenga relajada y las reacciones controladas.
La clave es la congruencia mente-cuerpo. Si nuestra cara tiene el ceño fruncido y la boca cerrada como atragantándose algo, el cerebro cambiará nuestro estado de ánimo a enfado y nerviosismo. Si ocurre lo contrario, se mostrará relajado y tranquilo.
La especialista afirma que tenemos que aprender a escuchar a nuestro cuerpo que, aunque no grita, susurra.
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