NÚMEROS
Esclavitud moderna
La esclavitud es un concepto que muchos consideran extinto. Sin embargo, es todo lo contrario. En la actualidad, hay más personas trabajando en estas condiciones de las que hubo en cualquier etapa de la historia. Para ser exactos, el número estimado de personas que viven en condiciones de esclavitud en todas partes del mundo (desde Tailandia, pasando por Nueva York, el Congo, hasta llegar a la India) alcanza los 30 millones de personas.
Este tema es tratado a profundidad en el nuevo libro de Kevin Bales, Blood and Earth, citado por Grist en una estupenda nota. Bales es cofundador de Free the Slaves (Libera a los esclavos), una organización dedicada a acabar con la esclavitud a nivel mundial.
Sin embargo la esclavitud no solo tiene un peso enorme en la calidad de vida y en los derechos fundamentales de las personas. Además de esto, Bales agrega que tiene un efecto devastador en la contaminación del planeta. Esto es debido a que parte del negocio proveniente la esclavitud tiene que ver con la deforestación.
Los árboles y plantas son esenciales porque absorben el CO2 y liberan oxígeno, lo cual es una necesidad para la raza humana. Sin embargo, la eliminación de árboles significaría el aumento de tierras de cultivo, cosa que beneficia al negocio de la exportación de alimentos.
Este es el caso de los bosques gigantes de manglares que se encuentran en Bangladesh, India, Tailandia y Burma los cuales conforman el bosque de Sundarbans, que son los principales purificadores de aire de toda Asia. Los esclavistas talan esos bosques para construir granjas de camarones, quemar madera y muchas otras cosas. Básicamente deforestan usando esclavos. Por tanto, al eliminar a los árboles, los niveles de CO2 se incrementan exponencialmente.
El autor ejemplifica el caso de esta manera: si la esclavitud fuera un país, tendría tantos habitantes como Canadá, o toda la población de Perú, pero sería el tercer mayor emisor de CO2 del mundo después de Estados Unidos y China.
Bales lamenta que haya tan poca información respecto a este tipo de prácticas y que los consumidores en general no tengan cómo saber de dónde proviene su comida o el celular que utilizan. En este sentido, afirma que si se conociera bien la cadena de aprovisionamiento de varios de los productos que la gente usa, probablemente dejaría de usar varios.
Sin embargo, si bien los consumidores son culpables de comprar todo esto y hacer que esta industria continúe, no son responsables de quién lo vende y menos de quién lo fabrica. En un mundo perfecto, las empresas deberían hacer estos estudios y asegurarse de que en su cadena de suministro no se emplee a esclavos, pero no está ocurriendo y hasta las más grandes terminan comprometidas en casos de explotación de personas.
Bale insta a involucrarse en organizaciones anti-esclavitud y que se investigue de dónde proviene lo que se adquiere o en qué se invierte.
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