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Saber cuándo vamos a morir
Durante años los científicos han tratado de descubrir si efectivamente existe alguna forma de saber biológicamente, cuánto nos queda de vida exactamente. Una búsqueda sumamente pretenciosa por decir lo menos.
Hace décadas, los investigadores descubrieron que los telómeros que son las tapas protectoras en los extremos de nuestros cromosomas actúan como un "reloj molecular" en las células humanas. Cuando las células se dividen, los telómeros se acortan hasta que se vuelve críticamente corta y la señal de la célula deje de dividirse. Todo esto se refleja en las células blancas de la sangre (leucocitos), y a más cortos los telómeros de los leucocitos, mayor predisposición a la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. Por eso, esto era lo que se usaba para predecir la mortalidad.
Un nuevo estudio denominado Age and mobility predict death better then one´s molecular clock, plantea que la edad de la persona o su capacidad de subir escaleras o caminar una distancia corta son mucho más potentes predictores de supervivencia que los marcadores moleculares.
El estudio fue realizado por investigadores de la Universidad de Princeton; Universidad de Georgetown; Universidad de Washington; Universidad Stanford; la Universidad de California, Berkeley; y la Universidad de Costa Rica, usando datos de EE.UU., Costa Rica y Taiwán para comparar varios predictores de muerte - como la edad, el hábito de fumar y la movilidad - con la longitud de los telómeros, secuencias de ADN que por lo general se encogen con la edad.
Los resultados fueron que el uso de los telómeros para predecir la muerte de un ser humano solo fue marginalmente mejor, y por supuesto sumamente costoso, siendo la edad el mejor predictor y además menos invasivo porque no requiere análisis de sangre.
Lo interesante es que todos los predictores superaron a los telómeros, incluidos los autoreportes de salud, lo cual significa que estos no eran tan poderosos para predecir la mortalidad a cinco años en personas en edad avanzada, señala el profesor y uno de los autores de la investigación, Maxine Weinstein, profesor del Centro para la Población y Salud de la Universidad de Georgetown.
La bondad de la investigación es que orienta a los médicos a evitar extraer sangre de sus pacientes para obtener su ADN y medir la longitud del telómero para saber su pronóstico de vida, y en lugar de eso, tienen que preocuparse de saber la edad, cómo está la función física y la disposición para andar o hacer ejercicio de sus pacientes.
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