IDEAS
La polarización es enemiga de la razón
Hay mucha personas que creen que las antenas de telefonía provocan cáncer o que al menos generan efectos neurológicos adversos. Por ello, rechazan su instalación cerca de viviendas, colegios y hospitales. Por su parte, las empresas afirman que no hay estudios científicos que confirmen esa creencia y proponen normas que obliguen a facilitar la instalación de las mismas para no obstaculizar la comunicación telefónica, un fin que se considera superior. La discusión sobre este tema en el país está tan polarizada que una reciente campaña publicitaria ha tratado de reducir la discusión sobre el tema a una elección entre la vida de una persona que acaba sufrir un ataque cardiaco mientras jugaba fulbito y su muerte. El corolario de los spots publicitarios es que si uno está en contra de las antenas, entonces está dispuesto a dejar morir a quien sufre un ataque cardiaco.
Una de las razones por las que se llega a este grado de polarización es que a veces las creencias son tan fuertes que pueden condicionar el valor que una persona le da a la evidencia científica. Y más polarización como la de la mencionada campaña publicitaria, puede no ser el mejor camino para llegar a un compromiso respecto de un tema sobre el que existe un desacuerdo, según un reciente estudio.
El estudio de la Universidad de La Florida elaborado por el profesor Brandon McFadden del Instituto de Alimentos y Ciencias Agrícolas, recientemente publicado en la revista Food Policy, encontró que las personas no cambian de opinión sobre determinados temas aun cuando reciban mayor información.
El estudio se basó en 961 encuestas virtuales a personas en abril de 2013, a partir del cual se evaluó las creencias de los consultados sobre los alimentos genéticamente modificados y el impacto de las acciones de los hombres sobre el calentamiento global.
Al empezar el estudio, el 32% creía que los alimentos transgénicos eran seguros para comer; 32% no estaban seguros y 36% no creía que los alimentos transgénicos eran seguros para comer. Posteriormente, se les brindó información científica que señalaba que no hay investigaciones concluyentes sobre los efectos adversos a la salud de la ingeniería genética.Después de haber recibido la información científica, cerca de 45% creía que los alimentos modificados genéticamente eran seguros para comer y el 43% seguía creyendo que no eran seguros.
Algo similar ocurrió con el calentamiento global y su relación con las acciones humanas. Antes de recibir información, el 64% creía que las acciones humanas estaban causando el calentamiento global; 18% no estaban seguros y 18% no creía que las acciones humanas tuvieran algo que ver. Después de recibir la información científica sobre el calentamiento global, alrededor del 50% de los participantes estaba convencido que las acciones humanas conducen al calentamiento global, mientras que el 44% no fue influido por la información.
Es decir, la información científica influyó poco en la opinión de las personas que ya tenían una creencia formada. Para McFadden esto pone en evidencia la necesidad de ser más tolerables y flexibles como sociedad porque eso ayuda a poder ser más permeables al conocimiento que aporta la investigación científica.
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