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La historia no contada sobre las semillas

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El artículo sobre la Bóveda Global de Semillas de Svalbard en Noruega del National Geographic inspiró el documental “Seed: The Untold Story”.
06 de octubre de 2016
Red star
Por qué es importante
Lo más valioso del documental, en términos fílmicos, es que logra que las audiencias se conecten con los objetos inanimados.

Un artículo de la National Geographic sobre la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, en Noruega, una de las colecciones más grandes de semillas, fue la inspiración del documental de Taggart Siegel y Jon Betz, Seed: The Untold Story, que aporta una mirada integral sobre las semillas y cuyo trailer ya ha sido visto por millones de personas.

Recientemente, un artículo del portal Modern Farmer, “Seed: The Untold Story” Will Make You Look at Plant Babies in a Whole New Way, recoge una entrevista a los directores de la película, quienes investigaron sobre el problema central alrededor de estas: el proceso de selección de las industrias de semillas, como Monsanto, que está haciendo que se pierdan aquellas que son raras, pequeñas o de variedades que no entran dentro de su estándar de calidad porque por ejemplo no son del mismo tamaño.

La película muestra la estética de las semillas, las batallas por el control de las semillas entre agricultores y grandes corporaciones, y los particulares “seed-savers” o recolectores de semillas.

Siegel ha dirigido anteriormente documentales como Real Dirt on Farmer John, y conjuntamente con Jon Betz trabajó en Queen of the Sun: What Are the Bees Telling Us? Para ambos, este documental retrata la raíz de muchos problemas de la agricultura moderna.

En términos fílmicos lo más valioso del documental es que logra que las audiencias se conecten con los objetos inanimados, lo cual fue dificultoso aun cuando cada semilla es en sí misma una “pequeña obra de arte”. Los cineastas lograron un film maravilloso porque convirtieron a esos pequeños granos en objetos visualmente relevantes, para lo cual utilizaron diferentes técnicas de filmación lentes macro, jugaron con las luces para realzar el tamaño y color de las semillas, y hasta construyeron un estuche de plexiglás para cubrir la cámara y luego tirar las semillas en cámara lenta. También crearon una caja de vidrio delgado, llena de tierra, para plantar las semillas. Desde tres diferentes ángulos tres cámaras grabaron las semillas en time-lapse, cada cinco o diez minutos durante un mes, para capturar los momentos en que de la semilla brotan la planta y sus raíces, así como su búsqueda del sol.

Algunas historias contadas en el documental, como la evolución del maíz, fueron realizadas en animación por profesionales, quienes construyeron narrativas con técnicas de filmación en stop-motion con arena sobre cajas de luz.

Se buscó que el film fuera entretenido, que la gente quisiera verlo, y que el público sienta empatía con las semillas. Esta emoción es la transmiten los recolectores de semillas que guardan y organizan obsesivamente todo tipo de estas y tienen diferentes perfiles según sus intereses personales: hay recolectores que son políticos y ermitaños que también lo son.

Para Siegel y Betz es importante que en los espectadores quede la idea de que recolectar semillas es sumamente importante por la problemática global, pero que no se olviden que esta actividad también es bastante divertida y desafiante.