NÚMEROS
Los seres humanos son los únicos que pierden el control con el alcohol
El caso de Ana Isabel Rodríguez Salazar ha conmocionado al país, luego de que en estado de ebriedad atropellara a tres policías, mientras conducía con 1,8 gramos de alcohol por litro de sangre, medidos luego de cinco horas de producido el hecho. Rodríguez, no solo se resistió a la autoridad cuando fue intervenida, sino que arrastró la moto de uno de los policías por más de ocho cuadras. Ahora ella está con nueve meses de prisión preventiva y será denunciada por violencia y resistencia a la autoridad, peligro común, abandono de personas en peligro y lesiones.
Lo que todos se preguntan es cómo una joven profesional puede haber bebido hasta el punto de perder el control sobre sus actos y arruinarse la vida. Una pregunta que hoy se hacen todos los días en muchos países donde el alcohol es la droga más generalizada que está generando comportamientos erráticos y peligrosos. Tan solo en los EE.UU, el consumo excesivo de alcohol es la principal causa de muertes prevenibles que se estiman en 480 mil cada año directas e indirectas, de acuerdo con el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades.
El mayor problema para luchar contra esta droga es que su consumo está aceptado socialmente, sin darse cuenta que así como a Ana Rodríguez, el alcohol afecta la química del cerebro al punto de hacer perder el control sobre las acciones, algunas que llevan a extremos poco convencionales como a correr desnudos por las calles; pero en otros casos, a otras formas de violencia como la doméstica o la sexual.
Además, hay toda una industria que tiene la influencia necesaria para asegurarse que no se creen más impuestos ni prohibiciones para el alcohol y su promoción, lo cual permite que se siga retratando al alcohol como algo fresco y divertido sin advertir suficientemente sobre sus riesgos.
Recientemente un estudio de investigadores de la Universidad de Kyoto en Japón denominado Tools to tipple: ethanol ingestion by wild chimpanzees using leaf-sponges que se basó en observaciones durante 17 años (de 1995 hasta 2012) del comportamiento de una manada de chimpancés de la jungla de Bossou en Guinea, descubrió que estos son bebedores habituales de alcohol por el simple gusto de tomarlo, ayudándose con hojas machacadas como esponjas para poder absorber el alcohol procedente de la palma de rafia.
El estudio puso en evidencia que los chimpancés podían llegar a tener hasta 3,1 grados de alcohol en la sangre y aunque se marean y emborrachan como los seres humanos porque prefieren el etanol al agua con azúcar, su organismo metaboliza la sustancia, sin hacerlos perder el control como si pudieran regular su ingesta. Más bien, la atracción por el etanol que produce la palma de rafia es porque la asocian con otros beneficios prácticos como el estímulo del apetito para encontrar fruta, y la relajación que los induce a tomar un buen descanso luego de beber.
Esto significa que los seres humanos serían la única especie que bebe hasta intoxicarse y perder el control y la capacidad de regular su consumo, como le sucedió a Ana Rodríguez.
Publicar un comentario