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Los burros terapéuticos

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La ciencia hasta ahora no ha podido explicar por qué el contacto con los burros puede ser una terapia positiva para los niños autistas.
15 de diciembre de 2016
Red star
Por qué es importante
Los burros pueden ser agresivos y lanzar patadas hasta que su oponente esté tirado en el piso sin poder moverse, pero al parecer este instinto no les nace cuando están con los niños autistas.

Las carreras de burros son una tradición de hace muchos años que se practica en distintas partes del mundo, Perú sigue siendo uno de los países que las promueven. Sin embargo, muchas personas admiten que entrenarlos es sumamente complicado. En primer lugar, por el hecho que son sumamente testarudos y en segundo lugar porque suelen ser agresivos, si no se sabe cómo tratarlos correctamente.

Sin embargo, los burros no tratan de esta manera a todo el mundo. Si bien la mayoría de personas tienen una dificultad inicial para poder comunicarse y relacionarse con un burro. Estos animales suelen tener una mayor delicadeza cuando tratan a un grupo en particular: niños con discapacidad, afirma el artículo de The New Yotk Times, titulado “What Donkeys Know About Autism”.

Existen diversas historias sobre este tema, pero Christopher McDougall, autor del artículo, explora dos de las que fue testigo. En primer lugar, está el caso de Harrison Walter. Este es el hijo de Hal Walter, corredor profesional de burros, el cual ha participado en distintas competencias. Su hijo, Harrison, tiene autismo y muchas veces sus días son sumamente complicados. Algunas veces todo anda bien, pero otras el niño se pone agresivo con las personas.

Así que les llamó la atención la especial conexión que tiene el niño con Laredo, el burro de la familia. A este le canta, pasea y le gusta pasar el tiempo con él, lo cual el burro aprecia sobremanera.

Por otra parte, Ben, un niño con epilepsia, un día se subió a un burro llamado McMurphy, el cual como todos los animales, se tropezó mientras lo cargaba. A diferencia de lo que ocurre cuando alguien se cae de un caballo y se hace daño, el burro luchó contra su cuerpo para evitar que el tropiezo le produzca una caída que le haga daño al niño.

Todo indica que estas son solo dos historias de muchas que dan cuenta de la maravillosa conexión de los burros con los niños más sensibles y vulnerables.

La ciencia hasta ahora no ha podido explicar por qué el contacto con los burros puede ser una terapia positiva para los niños autistas. Quienes se dedican a montarlos afirman que se debe a que los burros piensan más rápido que los humanos y ven a los niños con discapacidades como seres a los que deben cuidar y proteger.

Los burros pueden ser agresivos y lanzar patadas hasta que su oponente esté tirado en el piso sin poder moverse, pero al parecer este instinto no les nace cuando están con los niños autistas.

Así que de burros, nada.