HISTORIAS
El cerebro y la obesidad en los niños
Los niños tienen reacciones distintas cuando ven ciertos alimentos. Algunos no se sienten atraídos por estos y otros, en cambio, se lanzan sobre ellos para consumirlos.
Un estudio que se presentó la semana pasada en la reunión anual de la Sociedad para el Estudio de Comportamiento Ingestivo (Annual Meeting of the Society for the Study of Ingestive Behavior, SSIB), la sociedad más importante para la investigación en todos los aspectos de la alimentación, elaborado por Nicole Fearnbach, del Departamento de Nutritional Sciences de The Pennsylvania State University, estableció que la respuesta del cerebro de cada niño a las diferentes categorías de alimentos depende de su composición corporal.
En el estudio participaron 38 niños de 7 a 10 años y sus padres. Cada familia tuvo que participar en cinco visitas al laboratorio, donde se midió la composición corporal de los niños para obtener el peso corporal magro y la grasa corporal. También se les aplicó una imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) mientras los niños observaban distintas fotos de alimentos con diferente contenido energético (con más o menos calorías). En base a esta información, los investigadores analizaron las respuestas del cerebro de cada niño a estas diferentes categorías de alimentos y las compararon con su composición corporal.
Fearnbach y otros colegas que la apoyaron en el estudio descubrieron que la activación neuronal en una área del cerebro (la subtrantia nigra donde está la recompensa, el aprendizaje y control motor que responde a los estímulos alimentarios) difería en niños de diferentes grupos de peso.
Los niños que tenían mayor peso corporal magro tenían una respuesta más potente del cerebro en la zona del cerebro relacionada con la respuesta a los estímulos alimentarios al mirar los alimentos ricos en calorías. Por el contrario, los niños con mayor grasa corporal tenían menor actividad en esta misma área del cerebro cuando vieron imágenes de alimentos saludables y bajos en calorías, como frutas, verduras y pollo a la parrilla.
Esto estaría explicado porque los niños con menos grasa corporal tienen mayores necesidades de energía en comparación con los niños que tienen peso corporal menos magro; y, por su parte, los niños con mayor grasa corporal no encontrarían gratificante los alimentos saludables.
Lo que no llegó a determinarse es si tener más grasa corporal es una causa o una consecuencia de estas respuestas cerebrales. Esto podría permitir encontrar una explicación para la obesidad. Sin embargo, Fearnbach sugiere la necesidad de determinar en futuros estudios cómo estas respuestas cerebrales se relacionan con la ingesta de los alimentos a lo largo del tiempo.
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