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Ponerle un chip no lo vuelve inteligente
Si tiene un poco de tiempo, dese una mirada por este sitio web y se convencerá que lo que está ocurriendo con la tecnología en el mundo de los objetos inteligentes o se trata de una gran burbuja en proceso de expansión o se trata de un intento más por obtener datos gratis masivamente de los consumidores.
Hoy es posible encontrar prácticamente cualquier objeto que se pueda imaginar en sus versiones originales y en sus versiones “inteligentes”. Las versiones “inteligentes” típicamente incorporan mecanismos para capturar datos del uso, para interactuar con el usuario y hasta para seguir algunas instrucciones de él.
Por ejemplo, imagine el caso de un vaso inteligente que le pueda decir qué es lo que está tomando, cuántas calorías o cuánta cafeína está consumiendo en todas sus bebidas durante el día, y hasta cuál es su nivel de hidratación. Probablemente se preguntará, ¿y para qué puedo requerir que un vaso me diga lo que estoy tomando si yo lo estoy haciendo deliberadamente? o quizás ¿para qué necesito de un objeto que me diga que tengo sed?
Este es precisamente el meollo del asunto. Hoy proliferan en el mercado objetos como las medias inteligentes, el cepillo de dientes inteligente, el tenedor inteligente, los zapatos inteligentes, la sartén inteligente, entre otros.
En defensa de los talentosos ingenieros detrás del diseño de estos productos, vale la pena señalar que cada uno de estos objetos inteligentes cumple una función que es más compleja que la de las versiones originales de los mismos.
Sin embargo, lo que no queda claro en muchos de los casos es:
- Si esa función adicional es valorada por los consumidores. Por ejemplo, que un vaso le diga si tiene sed o no (o que le diga su nivel de hidratación).
- Si el beneficio de la funcionalidad supera los costos de la complicación que genera administrar un objeto inteligente. Por ejemplo, si una sarten inteligente le puede decir la temperatura exacta de la sarten en cualquier momento del tiempo y al mismo tiempo cuántos minutos debe freir su sarten en función de su peso, pero solo pude hacerlo a través de un app de su teléfono móvil.
- Si la invasión de la privacidad que representa el uso de los objetos inteligentes no constituye en sí misma una razón para no consumirlos. Por ejemplo, quienes administran el app del vaso inteligente podrian saber exactamente qué toma Usted, con qué frecuencia, en qué cantidades, a qué hora y dónde.
El talento creativo y la innovación son atributos tremendamente valiosos para la promoción del crecimiento económico y la generación de empleo, siempre y cuando estos añadan valor a los ciudadanos, a las empresas o al gobierno. La característica principal de una burbuja de precios es que el precio de algún activo está sistemáticamente por encima de su valor fundamental. La gran pregunta respecto de los objetos inteligentes es si ponerle un chip a su tenedor hace que este pueda añadirle más valor a su vida y que por eso deba pagar más dinero por él. Sobre este tema quedan más dudas que respuestas en el mercado. La respuesta final la darán los consumidores con sus compras y la lealtad que demuestren hacia este tipo de objetos.
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