IDEAS
¿Por qué se debe invertir más en producir mejores antibióticos?
En julio de 2014, el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, encargó un estudio sobre la resistencia antimicrobiana a un grupo de expertos liderado por Jim O’Neill, el economista que trabajó en el Goldman Sachs y que acuñó el acrónimo de “BRIC” para referirse a los países Brasil, Rusia, India y China. Si bien los resultados finales de este estudio recién se conocerán en la segunda mitad de 2016, en una reciente declaración, O’Neill adelantó alguno de sus hallazgos.
En primer lugar, existe un riesgo inminente de que las empresas farmacéuticas sufran una crisis de imagen similar a la que afectó a las entidades financieras tras la crisis iniciada en 2008. ¿Por qué? La razón es muy simple: en ausencia de inversiones en el desarrollo de nuevos antibióticos, para el año 2050 morirán 10 millones de personas anualmente solo por acción de virus o bacterias resistentes a los antibióticos. Si esto ocurre, en opinión de O’Neill, la población culpará a las empresas farmacéuticas.
En segundo lugar, la menor inversión en el desarrollo de nuevos antibióticos tiene razones económicas que la sustentan. En efecto, las empresas farmacéuticas prefieren invertir en productos que les generan mayores márgenes de utilidad como los medicamentos contra el cáncer. En contraste, en el caso de los antibióticos, la inversión requerida para desarrollarlos es alta y el márgen es bajo. Por ello es que se suele promover agresivamente su uso, incluso hasta cuando estos no son necesarios, con lo cual se promueve el desarrollo de virus o bacterias más resistentes.
En tercer lugar, existe un espacio para diseñar políticas públicas que promuevan la investigación y desarrollo de productos en esta materia. Según O’Neill, la magia está en cómo financiar estos esfuerzos. Una alternativa es que las empresas decidan invertir voluntariamente en hacerlo. Otra es que el Estado otorgue los incentivos que motiven a las empresas a actuar. La acción conjunta del Estado y las empresas farmacéuticas también podría funcionar.
Para O’Neill, una propuesta viable sería que:
- Los contribuyentes asuman los costos de un programa que promueva la investigación y el desarrollo de nuevos antibióticos, que se estima costaría entre US$16 y 37 miles de millones en la próxima década). ¿Cómo funcionaría? El Estado le haría un pago fijo a las empresas farmacéuticas para hacerlas menos vulnerables a la competencia de antibióticos de menor calidad y para no tener que impulsar la venta de sus productos, lo cual podría generar que surjan bacterias o virus más resistentes.
- Las empresas se comprometan a una inversión de US$2 mil millones en los próximos 5 años, cifra bastante baja considerando que los beneficios anuales de las 10 empresas más grandes de la industria ascienden a US$90 mil millones.
Según estimados de este mismo grupo de trabajo, los costos no deseados de la resistencia a los antibióticos serían de 300 millones de muertes prematuras y US$100 trillones de menor PBI en los próximos 35 años. Es decir, en opinión de O’Neill, la inversión en un programa que promueva el desarrollo de nuevos antibióticos se justificaría por el importante beneficio que podría generar para la sociedad. Hasta el momento las empresas farmacéuticas no han hecho compromiso alguno. Sin embargo, tanto los representantes de Glaxo Smith Kline como Roche, han señalado que están dispuestos a discutir los detalles de un esfuerzo conjuno en esta línea.
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