IDEAS
El mito del microcrédito
Hace 45 años, Muhammad Yunus, comenzó experimentando con la entrega de microcréditos a personas de bajos recursos, mientras ejercía como profesor en Bangladesh. La idea de Yunus era que muchas de las personas que vivían en la pobreza tenían una energía emprendedora que podría liberarse con un pequeño crédito de capital de trabajo. Para promover su idea, hace más de 30 años fundó el Grameen Bank. El éxito fue tal que hace 9 años recibió el Premio Nobel de la Paz.
Actualmente, aproximadamente 106 millones de personas en el mundo tienen un microcrédito (con un monto promedio de USD 900 de acuerdo con MIX, Microfinance Information Exchange). Yunus, sin embargo, no está tan contento, a pesar de que su idea se hizo mundialmente conocida entre políticos, donantes y organizaciones filantrópicas de todo el mundo, al punto de hacerlo merecedor de un Premio Nobel. ¿Por qué?
Una publicación reciente de Abhijit Banerjee, Dean Karlan y Jonathan Zinman del MIT y de la Universidad de Yale, parece tener la respuesta a esta pregunta. La promesa de la transformación en las vidas de las personas que ofrecía el microcrédito es solo eso, una promesa. Dicha publicación, que consolida los resultados de estudios en 6 países (Bosnia y Herzegovina, Etiopía, India, México, Mongolia, Marruecos) en 4 continentes y tanto en áreas urbanas como rurales, señala que el impacto sobre la vida de las personas del microcrédito existe, es positivo pero es marginal. Ninguno de los estudios encontró que el microcrédito haya generado reducciones de la pobreza o mejoras sustanciales en los estándares de vida de la población.
Durante muchos años, Perú ha sido considerado como el campeón mundial del microcrédito por The Economist Intelligence Unit. Esta designación ha solido ser muy celebrada en el país, a pesar de que las entidades de microfinanzas del país le cobran a sus clientes tasas de interés que pueden superar el 100% anual y de que operan con valores bastante distintos de los originalmente impulsados por Yunus. La publicación de de Banerjee y sus colegas debería hacernos reflexionar sobre la importancia que le asignamos como país al microcrédito como palanca para mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan.
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