El país que podría ser una potencia (si no fuera tan corrupto)

Sobre la corrupción sabemos poco, a pesar de que, en muchos de los países de América Latina, está extendida en prácticamente todos los sectores de la economía. Un estudio reciente realizado en México brinda algunos detalles sobre cuán extendida está la corrupción y sobre los costos que esta representa para un país.

Según estimados realizados por el Instituto para la Competitividad de México en un reciente informe, la corrupción le estaría costando al país USD 53 miles de millones o 5% del PBI. Esta cifra equivaldría a 3 veces el presupuesto de educación del país y casi 8 veces lo que gastan los programas de lucha contra la pobreza en México.

Para Ary Naim, gerente para México de la IFC del Banco Mundial, esta cifra podría ser incluso mayor. Para Naim, el costo de la corrupción podría llegar al 9% del PBI. Y lo peor de todo es que México parece haber hecho muy poco para remediar este problema en los últimos años. Por ejemplo, el 79% de las personas considera que la corrupción es un problema serio; y 60% de los empresarios considera que la corrupción forma parte de la cultura de negocios mexicana y que afecta sus operaciones diarias. Asimismo, 65% señala haber perdido algún negocio porque un competidor optó por pagar coimas o usar su influencia para ganar un negocio. Solo un 7% de la población consideró que la corrupción disminuyó en los últimos dos años. 

La oportunidad perdida que representa la corrupción es más notoria a la luz de las modestas perspectivas de crecimiento económico para México. Así, por ejemplo, la semana pasada la OECD redujo los estimados de crecimiento del PBI para México a 2.3% para 2015 y 3.1% para 2016. En Perú, si bien los casos de corrupción son pan de cada día para la ciudadanía, existe poca conciencia del alto costo económico que representa la corrupción. Por un lado, la corrupción incrementa significativamente los costos de hacer negocios en el país. Por otro lado, la corrupción reduce la efectividad del gasto público. Es decir, erradicar la corrupción no solo nos hace un país más justo e inclusivo sino que podría convertirnos, al igual que México, en una potencia mundial.