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El homínido que resultó ser un fraude

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EL ÁRBOL DE LA VIDA TIENE MUCHAS RAMAS.
18 de diciembre de 2015
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Por qué es importante
Los escépticos presionaban a la ciencia para demostrar la existencia del eslabón perdido.

La paleoantropología busca reconstruir el proceso de la evolución humana a través del estudio de los fósiles de los homínidos antiguos, es decir aquellos seres extintos de la familia Hominidae que formarían parte del árbol evolutivo del Homo sapiens. Por la naturaleza de su trabajo, la paleoantropología está vinculada con otras disciplinas como la paleontología, la geología y la genética. En la Edad Moderna se empieza a desarrollar el estudio de la geología y los fósiles, y es en la segunda mitad del siglo XIX que nace formalmente la paleoantropología con el descubrimiento del hombre de Neandertal (Homo sapiens neanderthalensis) en 1856, tres años antes de que Charles Darwin publicara “El origen de las especies”. La paleontología es una ciencia en constante evolución, al igual que su objeto de estudio, y no está libre de cometer errores involuntarios o ser víctima de fraudes descarados, tal como veremos en este artículo.

Un día como hoy, hace más de 100 años, un arqueólogo hizo un anuncio sorprendente: se había encontrado el eslabón perdido, el mítico homínido que emparentaba al ser humano con los simios. El 18 de diciembre de 1912, el arqueólogo Charles Dawson y el paleontólogo Smith Woorward, ambos británicos, presentaron en la Sociedad Geológica de Londres unos restos óseos supuestamente encontrados en una cantera en Piltdown, Sussex: un cráneo parcial, una mandíbula con dientes y un diente suelto. En aquel entonces, era grande la presión sobre la ciencia por encontrar un eslabón perdido entre los simios y el hombre con el fin de responder a las críticas de los escépticos. El Hombre de Piltdown o Eoanthropus dawsonii, como fue llamado el hallazgo mostrado por Dawson, tenía las características que en aquella época se pensaba que el eslabón perdido tendría: un gran cráneo, similar al de los seres humanos, pero con rasgos simiescos, como una mandíbula similar a la de un chimpancé.

El Hombre de Piltdown llegó con las respuestas que se estaba buscando, por lo cual la comunidad científica aceptó estos restos por más de 40 años. Sin embargo, el fósil no pudo acabar con el escepticismo. En noviembre de 1953, se publicó evidencia de que el hallazgo correspondía en realidad a un fraude compuesto por restos de tres especies distintas: un cráneo humano de la Edad Media, una mandíbula de orangután de medio milenio de antigüedad y un diente suelto fósil de chimpancé. Los restos habían sido manipulados químicamente a propósito. Nunca se descubrió la identidad del falsificador, y entre los sospechosos están su “descubridor” Charles Dawson y el famoso escritor Arthur Conan Doyle.

Cabe señalar que el supuesto Eoanthropus dawsonii no fue el primer fósil considerado como el eslabón perdido. Treinta años antes, se encontró en Java, Indonesia, unos restos óseos que fueron denominados Pithecanthropus erectus, hoy incorporado en el género Homo con el nombre de Homo erectus. El niño de Taung (Australopithecus africanus) fue descubierto en Sudáfrica en 1924, pero el mundo seguía obsesionado con el Hombre de Piltdown como para prestarle atención. Fue el descubrimiento en 1974 de los fragmentos óseos más famosos de una Australopithecus afarensis, conocidos como Lucy, el que estableció al género Australopithecus como un eslabón perdido entre el hombre y el simio. Sea como fuere, la búsqueda por el eslabón perdido sigue siendo una tarea complicada, sobre todo considerando que el árbol de la vida tiene muchas ramas.