

Todos sabemos que el turismo es bueno y que genera externalidades positivas en diferentes sectores, pero cuando este se expande en un continente que es considerado un laboratorio de investigación científica para la humanidad, el balance deja de ser tan claro.
Eso parecer ser lo que está ocurriendo en la Antártida donde cada vez con más frecuencia llegan cruceros llevando unos 500 visitantes cada uno, los cuales transitan por las bahías donde los biólogos hacen investigaciones, afectando el único continente virgen del planeta.
Como señala una nota de M. Amsede y L. Rivas, en el Diario El País de España, hace unos 20 años, llegaban unos 20 mil visitantes a la Antartida por año. Sin embargo, el año pasado llegaron 125 mil y cada vez la oferta de actividades que se les ofrece son mayores, sin tener en cuenta que teóricamente es un continente protegido como reserva natural por el Tratado Antártico y solo permite la pesca regulada y el turismo, para el cual aún no se han definido reglas.
Al respecto, los países que tienen derecho a voto ya discuten las reglas a aplicar para evitar la afectación del ecosistema antártico, desde algo que parece tan simple como prohibir el uso de bloqueadores solares por el impacto que tiene en las microalgas, hasta el vandalismo como lo que ocurrió con un grafiti de siete metros en el complejo de la estación ballenera abandonada.
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